5/12/2008

Mientras me deslizaba sobre las venas grises, su tejido de asfalto, y los campos imploraban regalo de agua a las nubes de tormenta a derecha e izquierda, me he acordado de algo.

Lo vi ayer. Acompañado de dos personas más mayores que él. Posiblemente sus padres. Me fijé en sus zapatos, en su forma de andar. Quería ver si las puntas tenían algún testimonio, alguna crónica de alguna lucha, o de la lucha de todos los días. Intenté ver, y no pude.

Al pasar a su lado volví a intentarlo. "A ver si están desgastadas, a ver qué me dicen", pero no pude. Buscaba algo así porque ese hombre, ya adulto, solo podía caminar arrastrando los pies. Iba a remolque de un aparato de hierro, o acero, con ruedas en la base. Ahí, sobre una barra horizontal, depositaba su peso con las manos, asiéndose férreo y firme, con su voluntad y condición humana apretadas fuertemente por unos nudillos ya pálidos de esfuerzo, hueso a través de la piel tensa.

Cuando lo rebasé solo me quedaba lo que mis oídos pudieran decir de lo que ellos sí podían, todavía, ver. Una cadencia continua, casi agónica y, sobre todo, miserable, que ahora habla, en mi memoria, sobre frases de lucha y seguir adelante.

Son muchos los que pueden verse así... ¿Con qué derecho, pues, podría yo plantearme el detener mis pasos? ¿Cómo no sentir que Dios les debe algo, y cómo no agradecer, de manera profundamente sincera, poder andar por mí mismo, sin tener que llevar unos pies ahorcados de unas piernas que, a lo mejor, tal vez nunca llegaron a sentir vida en sus nervios?

¿Cómo no pensar, de algún modo, que yo también les debo algo? Aunque no los conozca de nada, aunque no sepa quiénes son. Creo que nunca se sabe qué sienten, qué piensan o qué aseguran cuando ven, en el caso de que sean capaces de entenderlo, a alguien cuyo cuerpo funciona sin rechistar. Tal vez que nunca sabrá lo que ellos sienten; a lo mejor admiración; igual una dolorosa y comprensible envidia.

Quién sabe si sueños cuya pasión adolescente, su máximo esplendor, ve su tiempo en ese breve lapso en el que cogen aire y dan un ruidoso y torpe paso. Pero uno más, siempre un paso más... Y luego sudor. No sé qué es lo que sienten, y reconozco que espero no saberlo nunca.

También me pregunto si con no rendirme, si con no dejar de avanzar, de alguna manera, rindo tributo a su heroísmo.

No hay comentarios: