2/26/2007

Es necesario amar, y lo digo categóricamente. En todas sus formas, además, ya que no se ama igual a un amigo que a un familiar, y a un familiar igual que un compañero. Quiero hablar, esta vez, del amor "romántico" por caracterizarlo de alguna manera y saber mejor acerca de qué versan estas líneas.

En mi opinión este sentimiento es, con mucho, un motor esencial tan poderoso que cuando lo tienes te mueves y cuando no es así te mueves por tenerlo. Amar es eso que nos hace gigantes aunque, como humanos, seamos insignificantes. Amar es lo que nos hace dichosos y nos llena los gestos de capricho aunque no queramos. Amar es eso tan grande que aunque se intente no puede ocultarse.

Hoy en día está de moda, y es de gente moderna y progre, eso de que en realidad el amor no existe, que es solo tensión sexual o atracción debida a reacciones químicas provocadas por nuestras hormonas. El amor existe, y lo digo yo que lo sé, y lo sé porque noto su ausencia. Esta es la mejor forma de saber si algo existe o no, cuando notas que no está.

Y al no estar, lo buscas. Lo buscas porque te llena los ojos y los gestos de capricho; porque te hace sentir gigante aunque como humano seas insignificante; porque quieres sentir que se te escapa un no sé qué aunque trates de ocultarlo. Es como intentar abrazar un gigantesco dolmen de gelatina, se te escapará por un lado o por otro, se te resbalará, pero te llenará de sí, te contagiará su mágica esencia.

Amar es conocer y conocer es crecer. Conocer a la otra persona y conocerte a ti mismo. Amar es, sobre todo, compartir. También es comprender y esforzarse por hacerlo. Amar es eso, sobre todo, esfuerzo.

No puedo evitar pensar en esas personas que creen que el amor es, literalmente así lo afirman, una mierda, que solo da dolor y disgustos y un sinfín de dudosos argumentos en los que, estoy casi convencido,ni ellos creen. Amar duele, claro que sí. Y cuesta. Amar es difícil, es una actividad diaria. Involuntaria, claro, pero diaria. Casi como respirar.

Amar es sufrir, pero es sufrir por el otro porque al amar te has engrandecido tanto que te importa más el otro ser y tu existencia ha trascendido a otro punto, generalmente superior. No te descuidas a ti mismo, pero te preocupas menos por ti. A veces amar nos hunde, pero al segundo siguiente, si somos capaces de darnos cuenta de la suerte que tenemos de poder hacerlo, de estar enamorados, salimos a flote en el más hermoso mar imaginable. Si tú amas, o eres capaz de hacerlo, eres libre.

Porque amar también es eso, libertad, aunque seas preso, en cierto grado, de tus emociones. Amar es un sueño, y como tal en algún momento has de despertar. Amar es un privilegio, y el amor un regalo de inconmensurable valor que la frivolidad humana desdeña cuando se escapa y adora cuando obtiene.

Amar es maravilloso; estar enamorado una maravilla. Y, repito, lo digo yo que no lo estoy, que no tengo a quién amar de forma "romántica". Amar es para valientes, para aquellos que cuando el amor los deje no le darán la espalda y lo juzgarán injustamente reprochándole el dolor que ahora les causa.

Amar es una labor de nobleza.

2/23/2007

Quiero preguntarte unas cosas ahora, y aquí, ya que cara a cara es imposible (por lo de vivir en lugares distintos) además de porque ni hablarme quieres y de mi integridad moral dudas. Vamos, que crees que soy un hipócrita, un falso como se dice en lo común, y mis palabras no son dignas de tus oídos.

Me gustaría que contestases con total sinceridad si yo te preguntase si has reparado en que por estas fechas, semana más, semana menos, hace un año nos conocimos; Querría oír de tus labios sin que te temblase la voz que no vibrarías si escuchases esa canción de nuevo, aquella que desde esa madrugada se convirtió en una de mis favoritas durante meses y que, sin ni siquiera esperarlo, despertó del recuerdo.

¿La has vuelto a escuchar? Y si lo has hecho dime, ¿no te has acordado de mí y de ti cuando esperábamos encontrarnos el uno en el otro sabiendo que el tiempo que pasábamos juntos hablando era más tiempo, más vivo y de más valor, que el que pasábamos solos? Solos, seguramente pensando el uno en el otro...

¿Recuerdas la primera vez que me echaste de menos en primavera, y el día en el que sentí más que nunca la necesidad de hablar contigo porque me pasé la tarde buscándote entre los rostros de un lugar que no habitas? Acuérdate de cómo sonreí al verte.

Estas preguntas son el último testimonio que me queda para decirte lo que en su momento no me atreví y solo insinué pero que sé que entendiste a la perfección, tal vez hubieran cambiado las cosas si lo hubiese confesado abiertamente. Dime, cómo has sido capaz de olvidarlo todo, de cambiar lo que era por ti por lo que ahora crees que soy. Qué es lo falso entonces, ¿lo que fui o lo que soy, lo que he sido? No creo que lo hayas desechado todo, quiero creer que sigo todavía ahí.

Cumplías el pacto que hicimos cada vez que abríamos una lata o bebíamos una jarra de cerveza cada uno en su lugar... ¿No es eso suficiente? Para mí es más que eso. Sin embargo no acabó cuando crees ni dejó de ser lo mismo cuando afirmas...

Sé que en realidad sabes que fue antes, mucho antes, de que hablásemos por última vez. No tengo nada más que decir ni que preguntar. Te eché de menos y aun ahora lo hago. Y así será hasta que el tiempo te haga polvo en mi memoria.

Una cosa más... ¿Has olvidado tu voz contestando a la mía cuando hablamos por teléfono la primera y última vez?

2/16/2007

Seas amigo o desconocido quiero que al leer esto solo tengas en cuenta mi objetivo, escribir la carta, testimonio, o como quieras llamarlo, más bonito que se haya escrito en la vida...

Ahora mismo hay una sensación sobre mi cuerpo que me oprime el corazón. Se apoya sobre mis hombros y me arropa de frío, dejándome mirando a un vacío más allá de lo imaginable. Estoy triste y no sé cómo dejarlo atrás. Me gustaría poder describirlo de forma precisa porque solo así podríais entender qué es lo que se revuelve desde mi espíritu hasta mis vísceras.

Desearía tener la habilidad de poder transportaros al lugar donde me encuentro, poderos transmitir esta sensación de pesadez e impotencia que me deja sosteniendo su mirada en una fotografía, atrapada en su hermosura desde el día mismo en el que se hizo hasta el final de los tiempos, cuando mi memoria muera, para que pudieráis comprender por qué me resulta tan difícil avanzar.

Solo busco poder deshacerme de esta senda acabándola de recorrer. Pero no puedo forzar los acontecimientos porque el olvido no obedece a la voluntad. Quiero salir de aquí cuanto antes aunque tengo que ser paciente. No es fácil.

Indago en el fondo de mi cuerpo y en la superficie del alma borrando las fronteras entre ambos para ver si soy capaz de tener una palabra para cada uno de vosotros. Solo una palabra con la que haceros estar en calma y paz a través de todo esto. Intento llevaros luz a través de mi tormenta.

Algún día, tal vez, pueda llamaros por vuestro nombre y entregaros la combinación de sílabas que cada uno de vosotros despierta en mis escritos. No pierdo la fe en que todo esto sea un recuerdo, el recuerdo del paso necesario para crecer.

También hay algo que se junta, que se adhiere a lo anteriormente descrito. Me iré, dentro de unos meses, pero ya siento que os echo de menos. No puedo evitar el pensar en todo lo que tengo que dejar atrás, en el sacrificio inexorable que deberé realizar en el momento exacto para conseguir lo que ahora creo es mejor para mí.

El punto positivo, desde luego, es que si ya me duele es por lo mucho que os siento. Vuelvo al encabezamiento de este texto y reconozco que lo he intentado aunque dista mucho la ambición del logro. Supongo que queda demasiado por reír y llorar aún, toda la vida por vivir.

2/15/2007

A veces piensas que llegas a un punto sin retorno, que te has quedado atrapado en una fracción del tiempo de la que no podrás salir por mucho que quieras porque puede que esté hasta prohibido. A veces piensas que no, que lo que estás viviendo ahora es lo que vivirás por siempre; que no va a haber cambios.

Da la impresión de que cualquier cambio queda demasiado lejos y que es tan improbable un progreso que das por asumida, y de forma razonada, su imposibilidad. La impresión es análoga a pensar en primavera a mediados de diciembre o enero. Irremediablemente llega a tu cabeza de forma tan clara, que resulta casi tangible, la lejanía de la brisa templada y la calidez del sol en las mañanas. Parece, de hecho, la idea de un sueño de un mundo ajeno.

Sin embargo, un día, de repente, la niebla empieza a cansarse de ser protagonista, el frío decide ir abandonando la escena y entran nuevos actores a representar el acto que hasta hace poco era impensable. El cambio, la evolución.

Del mismo modo ocurre, pues, con las personas. O al menos conmigo. Cuando pensaba que era imposible vuelvo a soñar contigo; cuando sentía que no abandonarían las nubes mi alma me acarició de repente, muy dulce y delicada, la brisa templada de la que antes hablaba.

Resucita la tierra y de su mano mi corazón. Vuelve el lobo a la vida y, a su lado, el niño con el que se juntará para llevar a cabo mi licantropía.

2/11/2007

Recorro el camino de vuelta a casa sumido en mis pensamientos. Tras de mí y a mis lados mis compañeros. Deshacemos el camino que horas antes habíamos construido paso a paso. En mi cabeza el silencio que me rodea, sus suspiros, los míos, y algún comentario acerca del trecho que ya hemos recorrido. Ninguno se queja.

Paso a paso. Como el corazón latido a latido, avanzamos por la acera del mismo modo que la sangre de nuestras venas. Suspiro mientras me doy cuenta de que volvemos solos, o mejor dicho, solitarios. No hace frío aunque la temperatura no pasa de los diez grados.

Las piernas se entumecen por el esfuerzo, o por la decepción. Pero hay algo que me consuela... Solo yo estoy decepcionado. Buscando el sustento en una compañera acabo por hallar el hambre en la soledad, porque me siento solo aun a pesar de que puede que no tenga derecho a ello... Pero el derecho a sentir es algo demasiado racional como para poder comprenderlo.

Ya he llegado a casa, el grupo se ha separado, y estoy preparado para meterme en la cama... ¿Apago el móvil? Sí, mejor... Pero, espera, no lo hagas, tal vez llame... Tal vez me llame. La esperanza apostada al azar de un hecho, de una llamada.

Me meto en la cama, cierro los ojos y pienso que, al menos, la primavera prometió resucitarme.

2/06/2007

Ahora puedo mirar atrás y no sentirme mal al ver cosas que ocurrieron. Ya sean buenas o malas porque, sucede que a veces, tanto las buenas como las malas pueden doler. E incluso doler más las buenas que las malas.

Pienso que quizás he llegado a un punto tal que la ataraxia es algo plausible. Puede parecer que es autodestructivo, pero no lo es. También da la impresión de ser algo autoconservativo, pero tampoco.

Es, sin más, basarse en el precepto de la imperturbabilidad del ánimo. Suena difícil, y más aún cuando lo lees después de haber asimilado lo que pone en el párrafo anterior. Sin embargo no es algo, cómo decirlo, inmediato.

Para mí es como ser protagonista de un hecho, pasar a ser espectador para analizar la interpretación que has realizado como protagonista y aplicar una conclusión volviendo a ser el centro del mencionado hecho.

Por eso puedo volver la vista en el tiempo y reconocer que hubiera reconstruido caminos con mis pies descalzos solo por hallarte. Que hubiera respirado en tus pulmones el aire de vida que anhelan las chimeneas condenadas a su muerte de carbón.

Tanto pensé en comerme el tiempo para detener el mundo en tu sonrisa y que todos lo vieran... Tanto que ahora sonrío al imaginar la imagen. Tan perfecta en mis adentros, templada como luz de primavera.

Soy capaz de reconocer que inhalé el deseo hondo de rozar tu piel con mis párpados mientras escuchaba aquella canción. Soñé, y negarlo no puedo ni quiero, con envolverte entre mis brazos, tenderte mi mano, llevarte conmigo.

Y ahora solo queda el recuerdo etéreo, intangible, de todo aquello. Pero no son ruinas de la tierra prometida ni las cenizas del fuego que alumbra las mentes y los corazones de los hombres. Son lo que son, la ciudadela amurallada que protege tu memoria del odio que me profesas, del rencor que acumulas.

Son el templo al que acudo para intentar redimir el error que me convirtió en partícipe del pecado; se convierten en el altar de mi sacrificio, donde asumo la culpa que me pertenece, la impaciencia brutal que materializó la ira del dios inmisericorde que te concede el deseo de borrarme de tu pulso.

Está bien. Estoy bien. Yo seguiré caminando, hasta que con un soplo de racionalidad convierta en piedras molidas y edificios derruidos la urbe perfecta y sacra erigida sobre la luz de tu sonrisa. No obstante, y pensando que puedo estar loco, me arriesgo a que estés ahí por siempre.

Como dijera en su momento un cantautor, no hay nada aquí, tan solo un instante inmenso en el vivir. Por eso vivo contigo viviendo en mí. No quiero destarrarte, pero podría hacerlo. Tal vez se pregunte algún descuidado que caiga en estas líneas inseguras, en estos renglones traicioneros, que por qué hago esto y me reafirmo en lo que parece un suicidio...

Porque me siento capaz de todo. Porque, exactamente, no existe razón por la que temer.

2/02/2007

Tal vez fuera un espejismo. O a lo mejor un impulso brutal irrefrenable. Pero he estado pensando acerca de ello. Volví a creer y, al hacerlo, volví a hallarme frente al espejo de lo que soy y lo que fui. Observo cómo el crital delimita con cicatrices blanquecinas los cambios que expirimentó mi espíritu. Hoy no me apetece suponer la existencia del alma. Ni hablar de ella.

Puedo tocar el cristal. Está caliente. Puedo tocar las marcas donde se soldó cuando debió de quebrarse, supongo. Y si lo hago algo vibra en mi interior. A este lado del espejo todo lo cambiable cambia constantemente. Casi todo es mutable. ¿Cómo serán las cosas al otro lado?

Seguro que lo imperturbable sigue imperturbable. Que el olvido intencionado sigue siendo un fraude. Estoy convencido de que habrá, al mismo tiempo, cosas que tampoco cambien. Como el espinazo del devenir. En lugar de ser óseo será algo así como... Como temporal, constituído por el tiempo. O mejor, será aleatorio. No estará predefinido en una estructura concreta sino que será un eje variable. Posiblemente al otro lado del espejo no haya nada preestablecido, solo un par o dos pares de preceptos y lo demás... ¿Qué será lo demás?

Lo bueno de estar en paz contigo mismo es eso. Que puedes hacerte preguntas sobre otros mundos sin desear cambiar aquellos que te parecen mejores por el tuyo. O que puedes esperar a alguien sin que tu tiempo te deshaga por fuera y por dentro como el agua al papel.

Y mejor aún. Que no esperas algo, de hecho, no esperas nada. No obstante sigues manteniendo el argumento irrefutable sobre tu propio poder. La fe en ti mismo. Aunque la fe, después de todo, sea algo subjetivo e imposible de argumentar.