6/14/2007

Sonrío con las comedias románticas, y además de verdad. No sé por qué pero ahora mismo me hallo en el salón de esta casa solitaria y oscura viendo una de esas películas y me doy cuenta de que mientras el chico se acerca sonriente a la chica para besarla y ésta se estremece yo aprieto mis dientes contra mi dedo pulgar, sin hacer daño, tan solo apoyando, mientras sonrío... Sí, sonriendo.

Es algo que me llena de euforia, de emoción, de un sentimiento de alegría que me hace creer en la belleza de la vida, de los segundos de cada minuto y los minutos de todos los días como un filón por explotar. Podría decirse que una fuerza me embarga, una fuerza que a pesar de estar llena de ilusión no es ilusoria. Pero ocurre algo al pensar en ello y es que todavía queda pasar esta noche.

Ayer dormí bien porque hubo tormenta y el poder de ésta, así como su sonido temperamental, me relajaron y pude descansar... Pero qué ocurrirá hoy en esta casa llena de su presencia, de su habitación al final del pasillo con la persiana bajada dejando una triste luz bañando la que fue su cama. La cama donde durmió, las sábanas donde vivió sus últimos sueños. No puedo verla y sin embargo miro y siento que está ahí.

El gato que se coló en casa lo confirmó. Pudo haber ido a cualquier habitación pero no lo hizo... Solo fue ahí. El caso es que tengo miedo. Estoy solo... Es oscuro, todo está oscuro. Enciendo las luces, todas, y las voy apagando poco a poco. Hasta que una zona no está iluminada no es segura. Siento que en la penumbra que dejo detrás se arremolinan los espectros que desean verme caer, llevarme con ellos. Podría arriesgarme a decir que son solo imaginaciones mías, que no existen, pero lo único que imagino son sus rostros.

O su rostro. En estos días he estado pensando en la imagen de una mujer joven, vestida de blanco, arrastrándose por la casa, observando desde detrás de mí cómo me preparo la comida y me siento a la mesa mientras pienso en lo que daría por hablar con alguien que no fueran los gatos salvajes que vienen a comer a la terraza... Terraza por la que la imagino vagar cuando el insomnio, provocado por la tensión y el miedo, me ataca por las noches.

Incluso temo encender la luz cuando no puedo dormir pues puede que esté ahí... Y al otorgar su esencia esa bombilla pueda verla por fin cara a cara con ojos tristes y sonrisa macabra diciéndome "ya era hora, tenemos que irnos" mientras se aleja riendo... A cada puerta que abro la busco con mis oídos. Y también a él. Él está, pero él es bueno. Abuelo no me haría daño por nada del mundo... Pero ¿cómo se ha colado esa imagen en mi cabeza? ¿Por qué esa mujer? ¿Por qué ha de ser malvada?

Ya son las cinco de la mañana y... El alba empieza a ganarle terreno a la noche y a la que parecía su imperturbable aliada, la oscuridad. Se proyectan sombras plateadas gracias a la luz de una Luna que se despide de mí para saludar al Sol. Se acerca el alba y ya me tranquilizo sintiendo que ella ya no podrá cogerme; sintiendo que me libro una noche más... Sin embargo tal vez algún día debamos vernos las caras... Para no tener que huír del miedo, ni de ella. Ni temer a la hora de dormir ni desear que ya haya amanecido cuando se interrumpe mi sueño.

¿Quién es? ¿Por qué es? Pesa tanto el silencio...