5/15/2008

¿Aplastarás esa fruta joven entre tus dedos? Amargarás la sangre del árbol, la tierra agria de dolor tal vez lo castrará para siempre. ¿Ahogarás tus manos en su rojo jugo vital? Morirás la vida de su savia, las hojas verdes, las flores blancas. ¿Querrás dejar el óseo corazón a la intemperie, en la herida marcada de tu impaciencia?

Verde el cuerpo aún en tramos, retazos de niñez, y el ansia de estar completa para estallar en tu boca. Todo, todo desharás voraz y salvaje, obligado por un instinto brutal que te hará merecedor de todas las condenas.

Humana bestia, maldita figura que la lluvia ha de odiar, partiste en dos la magia de la primavera. Aléjate si sientes vergüenza, márchate ya si eres aún un hombre. Deja que la vida se arregle a sí misma, que se repare.

Vete, sin más vete y no mires atrás. No vuelvas a fijarte en la fruta caída, a la que culpaste eludiendo tu culpa. Déjala alimentar el suelo, mientras cicatriza de nuevo en algún futuro fruto, en alguna a la postre flor.

Que la abandonas agujereada y mordida como un corazón. Pobre cereza, pobre vicio pasional y tentador. ¿Dolor de amor? Benditos, pues estamos vivos. Que la abandonas, la abandonas... Mas olvidarla nunca podrías.

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