1/29/2007

Si fumase me liaría un cigarro con tu recuerdo. Lo enchufaría con el tiempo que pasamos juntos y después de cada calada te expulsaría lentamente, en un soplido suave, para que todo lo que eres rozase mi paladar. Pero no fumo.

Si fuese un borracho te diluiría en cerveza y te bebería de un trago. Irías directa a mi sangre y no tendría tu sabor pegado a mi boca. Ni tu nombre adherido a mi lengua y a mi saliva a cada rato. Irías directa a mi sangre y luego te convertirías en orina. Tiraría de la cisterna y ya no estarías. Pero no soy un borracho.

Ya no te busco en los rostros sino en las sombras. En las sombras donde la luna no llega ni brilla. En las sombras a las que el sol no se atreve ni calentar. Las conexiones fallan y la advertencia de ese mismo fallo me crispa. En cualquier momento arremeteré contra el mundo. A golpes.

Todo, absolutamente todo, se difumina como las nubes al atardecer rojizo y tú te desdibujas con ello. Poco a poco te marchas y espero que no intentes clavar tus uñas en mi horizonte, que no rasgues mi cielo, porque no voy a verte aunque quieras que no te olvide. Enhorabuena si tú sí has podido hacerlo conmigo.

Estarás en mí para siempre, puedes estar tranquila, como cicatriz, como herida sin desinfectar. Exactamente igual que muchos; igual que otras; del mismo modo que todos los segundos que me preguntan qué hubiera podido ser.

Aunque no me preocupa, eso no tiene nada que ver con lo que soy. Así que adiós, ya me arrancaré piel de la cicatriz cuando desee quererte, cuando desee pensar que me quieres. Cuando sea un borracho, un enloquecido fumador.

1/23/2007

Detente, justo ahora. Reduce la velocidad de tus pasos, mengua la amplitud de tu zancada. En este mismo momento, detente. Dame tu mano y permíteme guiarte a lo que soy, a lo único que tengo. Si me lo permites agarraré tu mano, con delicadeza pero firmemente pues no quiero que te desprendas de mí.

Ven, a la par que yo, te voy a mostrar lo que veo. No parece haber nada, solo un páramo inerte y vacío. Es aquí donde me traicionó el presente. Le mostró a mi futuro los fantasmas de mi pasado, justo aquí. Donde ahora mismo tus pies reposan y tu cuerpo descansa su peso.

No tengas miedo pero no dejes de lado la prudencia. Ahora verás cómo se acercan y me rodean, tú no les interesas en ese sentido pero no te descuides. Mira, cierra los ojos... Ábrelos cuando te dé la señal.

Ahora. Todo cuanto ves existe porque crees en ello. Ese agua es cristalina y esa arena suave y tibia; el aire que te envuelve es real, el arrullo que protege mis palabras, las cosas que nunca me atreví a decirte. Siéntelo, y sentirás mi pulso.

Mi pulso, como el crepitar del fuego recién nacido que se alimenta del tocón seco de carrasca. Camina, yo te suelto aquí, pero sigue en esa dirección. ¿En cuál? No lo sé, camina, no olvides mi sonrisa pues con tu recuerdo paliaré la escasez en la realidad.

Por fin has llegado. Espero que no te haya costado mucho. Ten, cúbrete con esto, veo que tiritas. ¿De emoción o de frío? Ambas, tal vez. Quiero que prestes atención, ahora más que en cualquier momento previo.

Centra tu mirada en el centro de esta sala, estamos en el templo rojo de mi pecho, y escucha mi voz dentro de tus oídos. Esos ríos escarlata llevan en su corriente la fuerza de lo que se acumula tras mis costillas; transportan el peso de lo que se agolpa en mí cuando el tiempo trae en sus segundos las sílabas de tu recuerdo, del nombre que embravecía el caudal que ahora nos rodea.

Desembocarán en el mar de sueños que espera más allá de los huesos que custodian mi alma, dividida entre tú y yo, prisionera del tiempo que nos hizo desaparecer al uno del otro. Sin embargo no tengo nada, nada más que esto, más que lo que soy.

1/21/2007

Como conclusión final, la actitud es lo que cuenta. Si bien la aptitud ayuda a la construcción de un cambio, o de un lo que sea, la actitud es la base, la cimentación fundamental sobre la cual se erigirá el edificio de nuestra existencia, de nuestras ambiciones y logros.

Puede parecer idealista pero cada uno, en la medida de lo posible, elegimos nuestra propia miseria. Debido a ello he decidido llevar a cabo una revolución, un cambio radical, una alteración crítica que convirtiese lo que soy en lo que quiero ser.

No vale de nada desear no estar triste si no se hace algo por remediarlo; es inútil esperar que un sueño revelador acuda a mis horas dormidas para guiarme en el próximo paso, en el qué hacer. No hay soluciones gratis ni logros sin esfuerzo. No hay calma sin intranquilidad ni se puede aliviar, verdaderamente, el dolor sin llanto.

Todo, absolutamente todo, necesita de una inversión para la obtención de un beneficio. Es mejor no esperar a que las cosas cambien si puedes cambiarlas.

1/18/2007

Sin saber cómo se habían encontrado cuando menos lo esperaban. Sin ninguna intención de escuchar lo que tenía que decir ella salió corriendo, tratando de evitar cualquier contacto con el joven chaval.

Sin embargo, éste, que no estaba dispuesto a dejar que escapara de nuevo salió tras ella. Casi volando. Cuando la alcanzó ella estaba exhausta. Solo había algo más obvio aparte de su manifiesto cansancio, su orgullo.

En cuanto él hizo ademán de abrir su boca ella empezó a gritar. A gritar como nunca había gritado y como nunca le habían gritado. Parecía una máquina de reproches, unos acertados y otros infundados, pero reproches al fin y al cabo. El chaval no iba a dejar que eso quedara ahí, lo había pasado mal pero con el tiempo descubrió que alimentar rencor es contraproducente a no ser que quieras convertirte en un núcleo de odio y dolor.

Esperó a que ella callara, a que sus argumentos tomaran su auténtico valor... Un valor nulo. La situación era cómica, incluso, pero algo avergonzante y muy tensa. De repente pasó algo. Sus miradas se juntaron durante un segundo y durante este segundo el tiempo pareció ser una magnitud que solo afectaba a los mortales.

Ella siguió hablando, despotricando mejor dicho, sin pararse siquiera a coger aire. Sin embargo la lucidez llegó a su cabeza y cuando se dio cuenta de que él no la escuchaba notó que sus bocas se juntaban en algo que se había prorrogado durante demasiado tiempo. Al principio pareció ser piedra e incluso retrocedió pero cuando notó la calidez de sus labios algo en su interior se calmaba por completo. El viento del olvido arrastró la oscuridad de su memoria y ahora solo quedaba la brisa del perdón. De perdonar y de ser perdonada.

El chaval se sintió aliviado. No sabía qué había hecho, todo era caótico hasta que dejó de escucharla; exactamente en el momento en que los ojos de la chica llegaron a estrujar su corazón. A partir de ahí dejó aparcada la consciencia y toda lógica. Tal vez fue el instinto, pensaría más adelante.

La cogió de la cintura para asegurarse de que era real. Apoyó sus manos, ligeramente temblorosas, y la atrajo hacia sí mismo. Quería apropiarse del aire que repasaba sus contornos y adueñarse de la luz que la dibujaba en una silueta perfecta. Estaba tan aliviado, tan en paz, que no se dio cuenta de que lloraba.

Y ella tampoco. Solo sentía que en ese beso había algo más. Algo que ni siquiera hubiera sospechado. Ni por su parte ni por la de él. Por un momento pensó que era magia. Se estremeció cuando la cogió por la cintura y la atrajo hacia él. No quería que eso terminara y con sus brazos se encadenó a su cuello.

El chaval recordó entonces los meses de enero y febrero en los que pensó que la había perdido para siempre; volvió a esas noches de niebla, una niebla cruel y atroz que lo desdibujaba todo sin tener que tocarlo y convertía el mundo en un lugar sin límites, en un punto sin principio ni fin. Volvió a su cama, sola, llena de él y vacía de sentimiento en los que el corazón, en complot con el cerebro, le impedía dormir. Todo era pasado, ahora estaba con ella. Estaba aguantando sus reproches hasta que decidió besarla... Si la felicidad existía tenía que ser muy parecido a eso.

Al recordar todo aquello mientras la besaba volvió a sentir el frío gélido del miedo y la soledad. Se detuvo, besó sus labios, y en su oído izquierdo le susurró cuánto la había echado de menos. Todavía rodeando su cuello con los brazos ella se pegó todo lo que pudo a él, le abrazó como nunca pensó que abrazaría a nadie y le pidió perdón al mismo tiempo que le aseguraba que ahora ella iba a estar siempre ahí.

En ese mismo instante sonó el teléfono. Volvió a enero, a su cama vacía y al frío de estar solo. Fuera no era primavera sino que la realidad lo esperaba tiritando. Al menos no estaba esa niebla que lo desdibuja todo y se te mete hasta en los huesos.

1/12/2007

Sé que existe un lugar en el que los buenos sentimientos duren; en el que la muerte es sinónimo de renacer. Sé que ha de existir un lugar en el que todo lo que he perdido aguarda mi llegada con la cual demostraré haber aprendido de mis errores. Entonces, todo lo que se cayó de mí, que era parte de mí, volverá al lugar del que nunca debí permitir que escapara.

En ese lugar, además, la torpeza será algo no determinante. En ese sitio podré caminar seguro, sin que sea necesario calcular cada paso para no machacar mi corazón ya que no habrá riesgo de perder todo aquello que amo.

Sin embargo no sé dónde se encuentra dicho emplazamiento. No sé en qué parte de mi mente se halla. Si en las gargantas profundas hacia el abismo o en los valles verdosos donde las nubes retozan con las flores en primavera. Es decir, en lo más oscuro de mí o, al contrario, en lo más amable.

Quizás en medio de ambos. En un equlibrio esencial. En el mismo en el que los sueños se mezclan con la realidad en una amalgama de ilusión que hace que tu estómago se precipite al vacío de la mano de una sonrisa y un acelerón del corazón.

Yo voy a buscar ese lugar. De momento es lo único que puedo hacer. Seguro que ahí cuando bese a una chica solo pensaré en el nombre que a sus labios corresponde. Y podré reír tranquilo, sin notar la presencia amenazante de la realidad a la vuelta de cada carcajada.

1/11/2007

Sí, desaparecer sería una opción demasiado fácil. Por eso hoy elijo gritar. Elijo cagarme en la puta madre de la vanidad y de toda la mierda capaz de ensuciar mi ánimo hasta tal punto que llegue a creer todo eso que decís de mí.

Si ayer había un monstruo y un humano hoy el humano se esfuma. Voy a curarme en prudencia. Por una vez voy a hacer lo que debo... Callar. Hablar lo justo, y morder al cielo para hacer sangrar a los ángeles cuando la vorágine interior que llevo se colme de culpabilidad inexplicable.

Malgasto el tiempo esperando. Y lo único que tengo que hacer es esperar no esperar. Que el mundo reviente y se convierta en arena. Arena tan fina que parezca agua. Un agua que será capaz de arañar, porque sus gotas serán de sílice.

Y esa sílice purificadora hará sangrar las venas del cuerpo que me posee. Sí, es lo necesario. Es necesario realizar mi proyección mental en este sitio. Propagar la ira, la furia, el amor, el odio, la vida, la muerte... Propagarlo todo. Mezclarlo en un cóctel explosivo e incendiario que arrase con cualquiera que ose interponerse.

Si me acusáis me decís de qué. Y si considero que tenéis razón, pediré disculpas. Otra cosa más, pienso ir... Y pienso ir solo.

1/10/2007

No sé qué me hace más miserable, si el hecho en sí o sentirme miserable por ese hecho en particular. Es curioso, pero me duele ver algo así. Cuando otrora me advirtiera él de que no la dejase entrar en mi vida y ahora es protagonista del juego en el que yo, al desoír su consejo, perdí algo más que un par de partidas. Porque lo que gané es más bien interpretativo.

Si lo pienso creo que lo que me hace miserable, y ruin, es sentirme de ese modo por lo que veo en ellos dos ahora. Analizándolo me doy cuenta de que es una cuña de mi ego y mi pasión. Una pasión que, lejos de apagarse, aún mantiene el calor vital del cual se alzará, o mejor dicho alzaría, una nueva llama.

Escucho mis ideas. El engranaje sustancial de mi consciencia funciona ininterrumpidamente. Los pensamientos derivados del miedo se encadenan con los de la euforia, la curiosidad, y la tristeza. Oscilo entre los distintos estados de ánimo mientras el núcleo rabioso de mi ser convulsiona y se retuerce violento para zafarse de la racionalidad que lo controla. Mi racionalidad.

Esto es para ti... Que te gusta meterte en mi cabeza porque así sabes cómo pienso. Debes andar con mucho cuidado porque el terreno aquí adentro es muy traicionero. Podrías resbalarte con alguna idea y hacerte daño. Solo te pido que seas prudente ya que aquí, en mi territorio inviolable, soy completamente libre de hacer lo que quiera. De amar y de matar. De hacer feliz a alguien o de convertirlo en un desgraciado. Pero no me lo tengas en cuenta.

Dentro de estos límites colindantes con el infinito se expande mi alma y convivimos yo y el monstruo. Primero voy yo, ahora, porque el monstruo duerme; otras veces iré en segundo lugar. De todas formas una pesadumbre pétrea aplasta mis sentidos. Esperaba verte.

1/04/2007

Apoyado tranquilamente, casi desafiante, en la pared de esta sala me encuentro rodeado de fantasmas. Mire a donde mire mis ojos se topan con los del miedo. No sé si debería caminar para buscar una salida.

Vuelan en torno a mí como jirones de niebla, como nubes deshilachadas a causa del vendaval y las cuchillas de luz de un sol impertérrito y vengativo tras una tormenta. Ahora miro al suelo, me concentro y noto cómo me atraviesan. Algunas solo entran y salen, otras se permiten el lujo de jugar con lo desconocido y viajan por mis entrañas.

Tengo que hacer algo, cuanto antes, no me puedo quedar aquí de pie. Creo que es mejor dejar que se me traguen estos espectros antes que permitir que yo mismo me convierta en su señor. Así que, con cierto temor y algo de pereza, corrijo mi pose y rectifico mi actitud.

Solo es un intento, sigo sin saber qué hacer...

1/03/2007

Siéntate al borde del barranco, sobre la hierba fría marcada de escarcha. Asómate hacia abajo y observa cómo tus piernas cuelgan contra el vacío, un vacío que quiere atraparte y tira de ti con manos invisibles pero férreas.

Abre tu corazón a esa boca de negrura poblada de estrellas. Arrastra tus manos por la tierra húmeda, mira bien a tu alrededor y levántate. Ahora notas cómo el frío sube por tu espalda. La oscuridad que te rodea no es más que un color más, una tonalidad diferente.

No te muevas del borde. Quiero que observes cómo la luna baña tu piel de plata, quiero que sientas que es cálida su luz, reconfortante su imagen. Ahora cierra los ojos y entrégate de lleno a esas manos férreas invisibles que te reclaman, que te anhelan.

Ve al corazón de la tierra. Vamos, salta al vacío pero, escúchame antes de hacerlo, no cierres los ojos por mucho que el viento arañe tus pupilas y te duelan. Así podrás ver con claridad.

Una última cosa... Intentará engañarte, su verdadero nombre es soledad.

1/01/2007

¿Y si no hay hora para nosotros? Puede que no tengamos lugar en este espacio ni momento en este tiempo; que muramos sin conocernos o que vayamos muriendo mientras sigamos sin conocernos. No veo por qué he de esperar a que algo ocurra y sin embargo, espero.

Me es sumamente difícil olvidar. Olvidar que pasó lo mismo. Y no quiero hacerlo. Aunque ahora lo que me interesa es otro tema. ¿Para qué? Qué pasaría si sí hubiese hora para nosotros, si tuviésemos una porción de espacio y tiempo en la que conectarnos... A dónde nos llevaría esa posibilidad.

Llevo horas, desde hace días, barajando posibilidades; intentando curarme en prudencia, evitar aunque solo sea por poco la euforia ciega y kamikaze que me sacará el corazón de las costillas. ¿Estarás pensando en mí? ¿O también tratará tu parte más oscura, y racional, de olvidarme como yo intento hacer contigo?

Sí, a veces pienso que es mejor olvidarte... Porque duele mucho saber que vives sin vivir en mí, y quizás para otros. Es entonces cuando siento que me alimento de lo que siento y me desespero en hallar las palabras exactas, las frases concretas, la verdad que me ayude a decidir lo que hago... Y me cuesta tomar consciencia de que eso solo depende de mí.

Intento, también, no mirar la pantalla del móvil vacía de tus señas y llena de tu olvido. Sinceramente, y en definitiva, de mi egoísta memoria. Por eso vuelvo a lo mismo, a construir una catarsis espiritual mientras preparo lo imprescindible para llevar a cabo esa eucaristía prohibida en la que el objetivo es llegar a ser feliz por saber que sabes quién soy, pasando por alto que tal vez nunca vayas a ser mía.

Si vuelvo mis ojos hacia adentro veo mi calavera y, al hacerlo, no puedo dejar de pensar que es una señal, una lección... Sin carne, sin ojos y sin vida pero sonriente. Macabra y mordaz pero, después de todo, sonriente.

Sí, una cosa más... Debo aprender a no ver señales en cualquier lugar. Pero eso será más adelante... Cuando mis palabras curen; cuando mis historias maten.