Dejándome llevar por una sinfonía silenciosa a los oídos ajenos pero sonora y clara dentro de mi cabeza, guiando con movimientos expertos la sintaxis de los sentimientos, fraguando un nuevo mundo que quedará plasmado en un instante, erigido sobre los cimientos de lo incontestable, de lo inescrutable, de todo lo que está dentro de uno mismo, que forma parte de su espíritu, y se atisba levemente en la mirada.
Bailando en la boca y en la lengua los pensamientos de la mente activa, enardecida por una motivación que no alcanza a comprender pero que no puede ignorar, y que se comporta como el combustible esencial que dará alas a las ideas que al escribir me acabarán por llevar, volando, hasta los iris castaños de tus ojos, o hasta los infinitos recovecos de tu pelo. Bailar, bailar, sintiendo como mías las notas de esta melodía que nadie excepto yo puede escuchar.
Tratando de transcribir esas notas en letras, en sílabas, en alimento para las salivas que se quedaron sin motivos por los que saciar la sed de aquellas lenguas suyas, al sentir que ya no tenían qué decir. Y mimetizarme con las sombras que esta noche hospeda en sus rincones, tentándome con lo prohibido, para envolverme en su negrura. Esta noche de tinta que ha cubierto como a un folio impoluto la ciudad que observa cómo languidecen sus sueños en una pesadilla de asfalto.
El cielo es gris en los atardeceres porque la polución impone su hegemonía cromática... Y yo aquí escribiendo, cuando ya está más cerca el amanecer que la magia crepuscular, cuando los sentidos naufragan en el mar de lo controlado para ir a surcar los océanos de la pasión. Y yo aquí, aun así, escribiendo, dando forma y vida a estas marionetas gramáticas que juegan conmigo a escucharme, sintiéndome feliz por un instante, recordando tu sonrisa y convirtiéndola en algo más perfecto de lo que ya es, justo lo contrario que hago cuando escribo.
Aguardando bajo la tempestad de un pecho tembloroso la apertura leve de tu rostro, desde la comisura de tus labios hacia los hoyuelos de las mejillas, sintiéndolas enrojecer desde mi mirada hasta lo más íntimo de tus entrañas. Al mismo tiempo, yo escribiendo, aquí de nuevo, para resistir estos susurros que dicen que te echo de menos.