El invierno va ganándole terreno al tiempo y las tardes, poco a poco, le rinden pleitesía oscureciéndose cada día un poco más temprano. Los olivos azules, poblando campos a los que otorgan una geometría perfecta, se agitan lamiendo un viento que se comporta igual con sus copas que tu lengua con mi paladar.
Los días languidecen bajo muros de nubes grises y blancas a través de las cuales el Sol intenta convencer al mundo de que aún no ha perdido la batalla... Pero su voz no es más que el eco lejano de una locura atemporal. Más pronto que tarde se acostumbrará a su brillo pálido, blanquecino, propio de sus diciembres a enero y, consciente de la belleza que lo caracteriza en ese período, se hará de rogar tal vez durante días enteros.
Será en esos instantes gélidos que la soledad provoca en las estancias templadas cuando mi piel preguntará por ti en una queja que deberé responder con un paciente silencio. Cada viaje que emprenda para volver estará supervisado por mis ansias de ver agitándose un cielo de olivos que me dirá que estoy de nuevo en Aragón.
De nuevo en casa; y también en ti.
Los días languidecen bajo muros de nubes grises y blancas a través de las cuales el Sol intenta convencer al mundo de que aún no ha perdido la batalla... Pero su voz no es más que el eco lejano de una locura atemporal. Más pronto que tarde se acostumbrará a su brillo pálido, blanquecino, propio de sus diciembres a enero y, consciente de la belleza que lo caracteriza en ese período, se hará de rogar tal vez durante días enteros.
Será en esos instantes gélidos que la soledad provoca en las estancias templadas cuando mi piel preguntará por ti en una queja que deberé responder con un paciente silencio. Cada viaje que emprenda para volver estará supervisado por mis ansias de ver agitándose un cielo de olivos que me dirá que estoy de nuevo en Aragón.
De nuevo en casa; y también en ti.