Parece que no me siento inspirado pero, por una vez, no puedo esperar paciente ya que cada minuto es crucial. Ha sido un tiempo corto, tan corto como pleno. Por eso no puedo dejar escapar esta oportunidad. No sé cuándo volvería a estar frente a esto y miraros a los ojos sabiendo que lo habéis leído o, al menos, contando con la posibilidad de que lo hagáis antes de que me haya marchado.
No puedo evitar sentiros más lejos a cada día que pasa, como una melodía que se aleja conforme la canción se acaba. Poco a poco se atenúa hasta llegar a un silencio plomizo que, generalmente, nos hace suspirar. Temo a ese silencio, al final de esa melodía y a los últimos compases de la canción que se ha compuesto en estos días.
Sin embargo no hay de qué quejarse ni por qué protestar. No hay pesares ni peros, únicamente la decisión de partir y el respeto de mi elección. Es lo que quiero, me repito constantemente, pero una punta de acero se inserta entre mis costillas por el lazo izquierdo, aunque después de todo no está tan lejos... Tal vez todo dura cuanto debe durar y cada cual vive el tiempo que le corresponde. Puede que nuestro tiempo esté decidido desde el primer segundo pero que tengamos libertad plena para hacer con él lo que queramos.
Cada uno me recordáis un poema distinto y asimismo un verso único del mismo poema. Un instrumento indispensable, un engranaje vital. De tus ojos negros se me llena la pena si me asomo a tu mirada y busco tu sonrisa para vaciar en un cubo de alivio la desazón provocada por un llanto latente que se derramará, a todas luces, pronto. Sé que a veces he sido algo duro contigo... No tomes esta frase como un remordimiento sino como un recordatorio. Solo se exige de quien se espera.
De tus sonrisas la inquietud por la marcha inminente y la alegría de que esté siguiendo un camino que siempre ha parecido ser el mío. Así como la angustia que compartes. Del gesto de tus hombros la comprensión de lo que ocurre y el saber que a pesar de las palabras que puedas decir no hallaré más alivio del que pueda encontrar en tus manos o carcajadas. Sigue entrenando, día a día y no lo dejes por duro que sea.
En tu silencio buceo para intentar saber qué piensas. Puede que tú no pienses nada en este sentido, puede que sí. Que te acordarás de mí es seguro, el que descubrió el fubolista latente de tu interior. A lo mejor con los mechones de tu pelo cubras algún día tu cara al echarme de menos. Ya veremos si es así...
De ti, tu felicidad constante y tu desparpajo no extraigo nada más que la pura esencia de lo que sé que creo que eres y el sentir un éxtasis contagioso de que todo puede ser risa siempre que queramos. Aún así, en tus bromas y gracias, imagino tu rostro con porte solemne esperando verme pronto de nuevo. Tan pronto como sea posible. Y tú, solo me quedas tú... Te conozco lo suficiente como para saber que me darás un abrazo y dirás algo que nos haga reír a todos disfrazando la tristeza y recordando que todo esto tiene más de hasta luego que de adiós. Aunque en mí habite el temor de lo segundo y piense que pueda ser igual en vosotros.
Ha sido genial. Y espero que así siga, hasta que el tiempo convierta mi memoria en ceniza. Porque el mundo está en mis retinas y Zaragoza en mis adentros.
No puedo evitar sentiros más lejos a cada día que pasa, como una melodía que se aleja conforme la canción se acaba. Poco a poco se atenúa hasta llegar a un silencio plomizo que, generalmente, nos hace suspirar. Temo a ese silencio, al final de esa melodía y a los últimos compases de la canción que se ha compuesto en estos días.
Sin embargo no hay de qué quejarse ni por qué protestar. No hay pesares ni peros, únicamente la decisión de partir y el respeto de mi elección. Es lo que quiero, me repito constantemente, pero una punta de acero se inserta entre mis costillas por el lazo izquierdo, aunque después de todo no está tan lejos... Tal vez todo dura cuanto debe durar y cada cual vive el tiempo que le corresponde. Puede que nuestro tiempo esté decidido desde el primer segundo pero que tengamos libertad plena para hacer con él lo que queramos.
Cada uno me recordáis un poema distinto y asimismo un verso único del mismo poema. Un instrumento indispensable, un engranaje vital. De tus ojos negros se me llena la pena si me asomo a tu mirada y busco tu sonrisa para vaciar en un cubo de alivio la desazón provocada por un llanto latente que se derramará, a todas luces, pronto. Sé que a veces he sido algo duro contigo... No tomes esta frase como un remordimiento sino como un recordatorio. Solo se exige de quien se espera.
De tus sonrisas la inquietud por la marcha inminente y la alegría de que esté siguiendo un camino que siempre ha parecido ser el mío. Así como la angustia que compartes. Del gesto de tus hombros la comprensión de lo que ocurre y el saber que a pesar de las palabras que puedas decir no hallaré más alivio del que pueda encontrar en tus manos o carcajadas. Sigue entrenando, día a día y no lo dejes por duro que sea.
En tu silencio buceo para intentar saber qué piensas. Puede que tú no pienses nada en este sentido, puede que sí. Que te acordarás de mí es seguro, el que descubrió el fubolista latente de tu interior. A lo mejor con los mechones de tu pelo cubras algún día tu cara al echarme de menos. Ya veremos si es así...
De ti, tu felicidad constante y tu desparpajo no extraigo nada más que la pura esencia de lo que sé que creo que eres y el sentir un éxtasis contagioso de que todo puede ser risa siempre que queramos. Aún así, en tus bromas y gracias, imagino tu rostro con porte solemne esperando verme pronto de nuevo. Tan pronto como sea posible. Y tú, solo me quedas tú... Te conozco lo suficiente como para saber que me darás un abrazo y dirás algo que nos haga reír a todos disfrazando la tristeza y recordando que todo esto tiene más de hasta luego que de adiós. Aunque en mí habite el temor de lo segundo y piense que pueda ser igual en vosotros.
Ha sido genial. Y espero que así siga, hasta que el tiempo convierta mi memoria en ceniza. Porque el mundo está en mis retinas y Zaragoza en mis adentros.