2/01/2006

Tic, tac, tic, tac... A cada segundo, el reloj me avisa de su amenaza de muerte. Tic, tac, tic, tac. El reloj me avisa de que estoy amenazado de muerte. Tic, tac, tic, tac, y con esta melodía me asegura que el ejecutor no falta, no falla, y que es inevitable.

Tic, tac, tic, tac. Una gota, dos gotas, tres gotas.. Una lágrima, dos lágrimas, un recuerdo, el olvido, tu memoria... Semen en mis manos temblorosas, semen que se mezcla con la sangre de las heridas de mi pecho y mis sesos.

Mi cuarto está a oscuras, apenas veo nada en la penumbra. Solo escucho la cantinela macabra y cruel del reloj. Tic, tac, tic, tac. Una gota, dos lágrimas, tres lágrimas, mi mejilla permanece seca de insensibilidades.

Mi mano no tiembla, mi semen permanece en su lugar, la sangre caliente borbotea como el aceite de un caldero, como el hierro fundido en la fragua de un herrero homicida. Tic, Tac. Me duelen las costillas, una jaqueca se abre hueco desde mis oídos hasta el centro de mi cráneo.

Tic, tac, tic, tac. Estoy amenazado de muerte. Todos lo estamos, pero me da igual. Discurre el pensamiento por una margen opuesta al río de mi vida. Mi creatividad se evapora en la absurdez de una gnosis incomprensible.

Me hierve la piel, me suda el alma. Estoy amenazado de muerte y el tiempo no falla. Tic, tac. Pero mi cuarto sigue a oscuras, y a mí me da igual. Tic, tac. Tic, tac... Qué desconsiderado, qué sádico mensajero fiel, leal a toda costa. Recreándose en la eternidad de su inanimación, en la eternidad de ser inerte.

Pero no lo sabe, solo es un mercenario audaz pero estúpido, solo un osado Miguel Strogoff, sin nada que hacer que recordarme que estoy amenazado de muerte al endeudarme hasta no sé dónde por nacer.

Me crujen los huesos, y despunta mi adolescencia adolecente en marquitas blancas que emergen de mi carne. Tic, tac. Estáis amenazados de muerte, a mí me da igual.

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