De extraño pálpito me tiembla el pecho. De no sé qué fuego me arde el aire que me rodea, y me quema de un calor incómodo. Se me remueve algo en el tabique de la nariz, donde se junta a la altura de los ojos con la frente, y es húmedo.
Si el llanto llueve de los ojos es porque en la nariz se arremolina la tormenta que alimenta el corazón con una sensación. Me falta el aire y huelo a sudor... Y lo único que deseo y siento capaz de aliviarme, es llorar.
Llorar, por nada y por todo, por nadie y por mí. Pero llorar, para sentirme niño y creer en la redención. Se nota de despedida el ambiente y de apatía la voluntad, me da igual, absolutamente igual...
Quiero notar cómo en menos de un gramo de agua salada se desvanecen los kilos que llevo dentro en no sé dónde y siento que me machacan la espalda.
Si el llanto llueve de los ojos es porque en la nariz se arremolina la tormenta que alimenta el corazón con una sensación. Me falta el aire y huelo a sudor... Y lo único que deseo y siento capaz de aliviarme, es llorar.
Llorar, por nada y por todo, por nadie y por mí. Pero llorar, para sentirme niño y creer en la redención. Se nota de despedida el ambiente y de apatía la voluntad, me da igual, absolutamente igual...
Quiero notar cómo en menos de un gramo de agua salada se desvanecen los kilos que llevo dentro en no sé dónde y siento que me machacan la espalda.
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