2/03/2006

De extraño pálpito me tiembla el pecho. De no sé qué fuego me arde el aire que me rodea, y me quema de un calor incómodo. Se me remueve algo en el tabique de la nariz, donde se junta a la altura de los ojos con la frente, y es húmedo.

Si el llanto llueve de los ojos es porque en la nariz se arremolina la tormenta que alimenta el corazón con una sensación. Me falta el aire y huelo a sudor... Y lo único que deseo y siento capaz de aliviarme, es llorar.

Llorar, por nada y por todo, por nadie y por mí. Pero llorar, para sentirme niño y creer en la redención. Se nota de despedida el ambiente y de apatía la voluntad, me da igual, absolutamente igual...

Quiero notar cómo en menos de un gramo de agua salada se desvanecen los kilos que llevo dentro en no sé dónde y siento que me machacan la espalda.

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