2/06/2006

Seré yo, entonces, quien deba ser el que la haga sonreír. Mas no crea que me disgusta pues de buen grado acepto tan delicada misión, aunque no se engañe... No puedo rendirme, a pesar de todo.

Porque yo sé de un lugar donde todo me pertenezca, ya sean los pétalos de tu boca de rosa o el aroma de tu piel de canela. Que en tierra seré yo el poeta, pero yo soy tu eterno cuando aprieto la cabeza contra la almohada.

Si no se me rompe el corazón en curiosidad más que cuando es duda de qué hiciste con él cuando tejía yo las palabras, que te dedicaba en verso profano con ilusión ciega y la pureza de un niño, que con inocencia en mano y de manifiesto claro buscaba en el cielo las respuestas que yo en tus labios.

Y aunque creas que soy un suicida no quiero que te llames a engaño, pues mi corazón sufre y mi pulso protesta igual que el tuyo cuando escuchas mis letras con tus manos en el regazo y la mente despierta, en algún lugar lejos de donde yo pudiera jamás llegar a soñar alcanzar y que se encuentra donde él te lleva sin usar las manos pues emplea todo el cuerpo en la empresa.

Soy un pasajero que pilota palabras ciegas. Aunque no nos vamos a engañar, yo sé que soy tuyo cuando sueño que tú sueñas, y sueñas conmigo cuando yo duermo, porque a pesar de todo piensas en él como carne y en mí como poeta.

Pero aún así, me gustaría ser piloto de carne certera y mirada presa, para esculpir de tus ojos las lágrimas que me juren amor eterno mientras él sea el poeta, o mejor, donde él no exista del mismo modo que ocurre cuando contra la almohada aprieto la cabeza.

Es inútil y tan absurdo dejar muerte en papel, de amor en tinta, procurar que el alma resista el empujón brutal por el que tirita que no es más que el delicado manar de entre tus dientes, poblando de oxígeno mi piel mortecina sentenciada a no estar muerta.

De trago en trago, hasta la absurdez más clamorosa, él los besa pero solo yo degusto el sabor, agridulce siempre por estar condenado a ser el poeta. A pesar de todo, y como espero que comprendas, no puedo rendirme, pues algún día comprenderás de dónde proviene la locura de todas estas letras.




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