2/09/2006

Míralo ahí, retorciéndose feliz, apretando sus manitas infantiles dentro de ese cuerpo robusto. Qué inocente, estirando sus pequeños músculos contra el aire, ansiando rozar el cielo, su cielo, que no es más que el corazón al que pertenece.

Es tan agradable, tan relajante, observar cómo discurre su saliva por la comisura de sus labios.. Duerme, duerme tranquilo el pequeño, soñando con algo que nadie sabe, tan solo la mente a la que pertenece.

Sus ojitos transparentes dejan entrever las penurias de un espíritu ajado, de un espíritu luchador curtido en mil batallas, de las cuales perdió novecientas noventa y nueve. Y sigue ahí, ¡Mira! Fíjate cómo se da la vuelta... Qué piel tan blanca, ¿verdad que sí? A pesar de todo...

Tiene la carne rosada, con pequeñas mollas que recubren las articulaciones, a penas ha crecido... Sigue así eternamente... A mí me da esa sensación... Atento, observa... Está moviendo los pies! Pobrecito, nadie puede entenderle.. Pero le da igual...

Míralo, ahí sigue durmiendo. Seguramente le pasará como a todos.. Despertará cuando la mente a la que pertenece sea demasiado vieja, y el verdadero cuerpo ya esté seco y deshidratado. Pobrecito, no ha podido salir, no le han dejado salir.

No pierdas detalle, ahora se evaporará... ¿Lo ves? Mira cómo se mezcla la sangre y la carne, el aire y el cuerpo.. Sí, eso anaranjado es el alma. Date prisa, otro hombre ha muerto. Recoge a ese niño, ya ha salido de ahí.

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