2/14/2006

A veces me duelen tus besos, otras me duele dártelos. Sentir tu lengua espía por entre mi boca, analizando cada recoveco de mi paladar, entre mis dientes, cada escondite secreto incluso para mí mismo, hace que me preocupe.

El morbo aciago de lo nefasto acentúa mi conocimiento escaso y mi experiencia inexperta en culpabilidad, en existencialismo extraño, de bajo valor y alto precio, mientras pienso en qué estoy haciendo, si aprovecho el tiempo o lo estoy perdiendo.

Pero soy humano al fin y al cabo, y como tal temo, más que vivir solo, morir sin estar acompañado. Estirando obsesivamente algo que posiblemente no dé más de sí, empeñado en obtener una elastacidad considerable de un tocón de madera. Absurdo.

No sé qué debo hacer, si es ilegal lo que deseo, si es amoral, peligroso o indigno. Pero lo deseo, y mi corto entendimiento me asegura que no es malo, que al menos a tal efecto sigo vivo, moldeando en mi torno, observando cómo se evaporan almas anaranjadas mientras se mezcla la sangre y la carne, el aire y el cuerpo, de otros que quizás no quisieron avanzar.

A pesar de todo no me incomoda saber que la frase que más digo es que no sé.

No hay comentarios: