1/23/2006

Absurdo, o tal vez irónico, como la libertad del fugitivo. Tan contradictorio como el recuerdo del olvido, o el cansancio de no hacer nada. Presa de la magnificencia de Mogwai, de los acordes precedentes al silencio en el que habré de reflexionar, o tal vez no.

Arrastrando las nubes de esta mañana sobre mi espalda, camuflando el sol amarillo por debajo de mis ojos, en mis pupilas negras. Egoístamente acaparo el calor vital de mi sangre, no quiero derramarla, al menos no hoy, no me da la gana.

Extasiado por esta melodía arcana, por los secretos que esconden las paredes de mi cuarto y la almohada de mi cama, me limito a intentar no pensar en nada. Ni si quiera en si soñaré o qué he soñado. Suspirando, en calma, comiendo, mecánicamente, los frutos secos de una bolsita envasada al vacío, escribiendo mis dudas y la tranquilidad que ahora me embarga.

Estoy conmigo, cierro los ojos y un vaivén extraño me zarandea. Desde dentro de mi cabeza y de repente noto livianas mis piernas desde mi cadera hasta los tobillos. Las manos se mueven lenta y delicadamente, tonteando con el aire que las envuelve mágicamente, casi en un ritual.

Da lo mismo que busque un buen final para esto, no existe cuando hablas del presente.

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