1/22/2008

No hay duda de que todos se han ido. No queda nadie, y me acompaño en la soledad del escritor. Quien escribe siempre tiene algo único que guarda con celo. Y la maldición, o bendición, quién sabe, de no querer compartirlo.

¿Qué pasará cuando vuelvan? Los segundos vuelan por delante de mí, y me miran mientras se alejan. Dicen algo que ya sé, murmuran entre ellos que estoy solo. De nuevo mastico las ausencias, y rado los huesos del miedo para no perder su sabor, para que si algún día vuelve como plato único no me sorprenda, ni me vea desnutrido y aproveche.

El sol ya calienta, calienta de verdad, y la nuca me arde y el cuerpo se me quema en deseos de primavera. Ha sido largo el camino de vuelta, el camino que me lleva a una habitación donde hacer escala. No estoy en casa, pero me brinda un hogar si, como ahora, me hospedo entre palabras.

Se han ido todos y no queda nadie. Estoy solo, pero eso no me impide sonreír. Quizás algún día vuelvan. No me siento mal, he podido atrapar todos los segundos que he querido, y mi mano se libera del puño en el que se había convertido.

Estas líneas son el testimonio de mi libertad. Pero tú, ¿tú adónde has ido?

No hay comentarios: