4/21/2006

Mientras oscila, las hojas revolotean alegres, casi nerviosas, en el árbol resucitado por el beso de Perséfone. Parecen adolescentes enamoradas, y se estremecen vibrantes cuando su galán invisible y susurrante se pasea por ellas, seductor y sigiloso.

Su movimiento es armónico e imprevisible. Nada cadencioso y cada vez que eso ocurre devuelven un reflejo nutritivo de luz solar que me relaja y me sume en una hipnosis verde. Me he alejado de todo hasta un lugar en el que solo existo yo, sin más compañía que mis recuerdos.

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