3/05/2008

Sobre un papel blanco y ligeramente rugoso, los colores del ámbar, el diamante, la obsidiana y la blanquísima perla envían señales de esperanza y quietud a mis sentidos. Por un breve lapso de tiempo me siento en calma, relajado, a pesar de que el sueño me devora por dentro, arrojando hacia el exterior los restos. Tengo un aspecto lamentable.

Los miro, los miro en su magnánima jovialidad, respetuosos y sublimes. Y me voy. Subo a mi habitación y me desvisto. Me quedo con el torso desnudo, mirando la nieve caída durante la noche, que ahora se funde en amoroso rito por los rayos del sol. ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué no pienso, quién es quien habla? Es mi vientre, que te pide; mi piel, que te reclama.

La bandeja del desayuno estaba preciosa con el agua, el zumo de naranja, el café solo y la leche.

1 comentario:

Soñadora Empedernida dijo...

Tenían razón. Hace un día espléndido.

Y mejorará a la puerta de mi academia. Parecía que no iba a llegar nunca el cabrón.


=)