3/23/2008

Un día vi. Entonces dije que había mucho que aprender. Pero no vi nada, solo creí ver. Entonces supe que había mucho por descubrir. No sé si hay alguien al otro lado que escuche. ¿Lo hay? No puedo saberlo. Tampoco sé si quiero. Solo espero poder fundirme con el aire, estar en cualquier lugar, en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia.

Ser completamente todo. Pero para eso necesito, primero, no ser nada. Ahuyentar los fantasmas que me muerden la piel y la arrancan, llevándose jirones de mí mismo en sus dientes. Como nubes rasgadas que tapan la luna, que se mueven por el aire nocturno. Porque necesito que no me estorben para convertirme yo mismo en un fantasma.

Tengo que deshacerme del cerebro, de cuanto creo saber, y abrir mi mente a algo que no tenga nada que ver con mi memoria. Es tiempo de absorber, de mimetizarse con todo lo que me rodea. Entrar en comunión con mi entorno, olvidarme de quién soy, olvidarme de qué soy. Olvidarme de si acaso alguna vez fui, o de si seré.

Quiero montarme en una corriente de aire y navegar por el tiempo. Ver mis manos convertirse en ceniza y mi rostro volverse más pellejo que piel. Que se endurezca mi carne hasta convertirse en una fibra rígida, y que bajo los ojos se me dibujen atardeceres morados.

Me apetece verme morir cuando aún no haya nacido, para comprenderme en todo el absurdo posible. Para verme en negativo, en un color monstruoso sobre un paisaje tranquilo. Después marchar hacia el futuro y verme deshacer, convertido en arena, o en agua, o en aire. Viéndome sin verme, conociéndome tras la vida.

También tengo interés en vivir. Desligarme. Sacarme el alma por la boca y hacerla andar. Mirar mi cuerpo desde fuera. Un títere con los hilos rotos. Un mueble. Un ser relleno de tierra. Una tierra dura y seca. Un suspiro gris. Y polvo.

Sobre todo polvo. Uno que lo llenará todo de color. Lo pintaré yo. Y estaré aunque no esté. Aunque no se me vea, aunque no me puedan mirar.

No hay comentarios: