3/04/2008

¿Cómo es posible agradecer verbalmente que te quieran? ¿Cómo se puede ser tan zafio, tan burdo? Que alguien te quiera es un privilegio de dudoso mérito del que todos, de algún modo u otro, disfrutamos o hemos disfrutado. Un hecho oscuro, porque no se comprende, y totalmente luminoso porque no hace falta comprenderlo, es simplemente así. Y no tiene más.

Porque, ¿cómo vas a retribuir con palabras algo semejante? Es sonoramente imposible. Porque clama al cielo semejante intentona, ese despilfarro de ingenuidad y, en algunos casos, suficiencia. Que te quieran, creo, se agradece queriendo. Devolviendo un esfuerzo igual o superior al que se entregan por ti, tal vez sea ideal la progresión geométrica del querer. Suena perfecto. Siempre igual, o siempre un poco más.

En esta tarde de hoy, de este marzo al que le atribuí la responsabilidad de traerme la primavera, y del cual a ciegas me he enamorado, me ha sido irremediablemente infiel. El invierno cabalga sobre su cuerpo desnudo, dando coletazos níveos, en remolinos blancos de terrible viento glacial, del norte cristalizado.

Por eso me quedo aquí, lamiendo los cristales que se me clavan en la carne, haciéndome preguntas que soy totalmente incapaz de responder, odiándome por estar tratando de sentar cátedra. Porque, después de todo, cada cual agradece como quiere, y en la mayoría de los casos como puede. Y no, no tengo derecho a categorizar, y sin embargo lo he hecho.

Porque me ha dolido marzo en el corazón, pero por mi culpa, ya que él no me prometió nada. Yo lo hice todo, hasta me dejé convencer. Irónicamente me doy cuenta de mi propia suficiencia, de la ingenuidad que derroché, que he ido derrochando. Es mejor que no me torture por ello, ya que creo que nunca voy a agotarla de mí. Ingenuo y perspicaz, a ratos las dos, a impulsos siempre la primera.

A ver cómo le pido disculpas a este mes, y cómo le agradezco que me perdone... Por haberlo querido obligar cuando no tenía por qué hacerlo. Por quererlo, por quererlo sin más.

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