2/26/2008

Lo cierto es que no puedo engañarme, ni quiero hacerlo. Llevo no sé cuánto tiempo dando vueltas de aquí para allá. He estado y me he marchado, y ahora pienso volver. De hecho lo tengo decidido. No sé si eso es motivo de vergüenza, pero siento que estoy siendo un factor decepcionante. Aunque solo me lo parece a mí, o eso creo.

He tomado una decisión importante que no sé si seré capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias. Creo firmemente que sí, aunque siempre hay un hueco para la duda. La cuerda floja que he empezado a recorrer resulta amenazante, porque abajo esperan mi caída mis propios miedos. Hacen lo que sea por acobardarme, y se aprovechan de que sigo anhelando esa confirmación, una, la que sea, para acabar de sentirme completamente fuerte.


Es extraña la sensación que anida en el ser una vez te has proclamado en una posición y te has definido un objetivo. ¿Es la prueba final? ¿O es un examen interior y propio que durará por siempre, hasta que no pueda dar un paso más?


Podría consolarme diciendo que cuando sea viejo y me halle postrado en una cama, cuyos muelles apuntalen mi espalda, y mis quejidos sean coros a mis articulaciones, todo esto no será para tanto, porque lo importante varía dependiendo de las circunstancias.


Sin embargo, ¿qué valor tendría? Quiero jugar esta partida, dure las manos que dure. La emoción de lo incierto me clava unas uñas romas en el estómago, y el dolor no es ácido, no es estridente, sino paciente, y se basa en una presión estimulante. Aunque también preocupa. Será eso, que la sensación es extraña.


Yo sigo adelante, aunque sea casi como jugarme la vida.

1 comentario:

Soñadora Empedernida dijo...

Pues juega, escritor. Pero la vida no, eso sólo podría durarte una mano, dos si eres afortunado...


Pero juega. Si es lo que quieres. Ya sabes. Si tienes ganas.
:)