3/01/2006

Desde que comenzó el viaje me he fijado en tus ojos. Las pupilas colmadas de negrura te brillan hoy en cian inalcanzable, en ese manto impoluto, brillante e infinito. En el horizonte se asoma el Moncayo y sus picos nacarados recuerdan a mi corazón tu piel.

El viento palpita, vibrante y enamorado, bajo las alas ociosas de las aves que pronto vendrán, de nuevo, hasta su hogar de medio año, a poblar la soledad estival de la ciudad y la urbe. Es ese viento que mece tus sonrisas al son de mi ilusión compleja y ausente, el mismo que acuna mis párpados mientras sueño.

Me deslizo, joven y jovial, por entre mis cavernas goteantes de agua gélida y húmeda piedra. Los ríos escarlata acomodan el ambiente para que sentir sea agradable, para que morir sea posible y estar vivo un milagro.

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