3/23/2006

No me dejes caer como un ángel de fuego. Mis alas están envueltas en llamas pero el miedo que siento es un medio ideal para el frío que me arrastra. La velocidad es de vértigo, la ciudad está perpleja gracias a mi estela ígnea.

Los edificios mudos lloran en silencio mi caída. La lluvia azul que empaña los cristales de esta noche me persigue. Me duelen los brazos y huele a ceniza. Ceniza que se arremolina en torno a mí como el recuerdo mientras giro la vista hacia arriba y te veo llorar desconsolada y sola.

Sola permanecerás ahora, al menos hasta que recupere mis alas y deje de caer como un ángel de fuego. Imagino que el suelo está cerca pero no puedo distinguirlo. Me precipito contra el infinito más oscuro y negro que jamás hubiera podido imaginar.

Por qué me has dejado caer como un ángel de fuego. Ahora tus lágrimas compiten contra la lluvia y ambos, tu llanto y el de las nubes, se funden en un espíritu mágico que engulle mi alma. Voy a encogerme hasta parecer una esfera de llamas candentes, quiero impactar contra el pozo de los sueños, el pozo infinito, para romper la realidad de cristal y amargura.

Te pedí que no me dejaras caer como un ángel de fuego; deberías ver lo que estoy viendo ahora. Ojalá mis palabras fluyan contra la gravedad y se hermanen con el viento hasta llegar a tus oídos. Gracias, gracias por no sujetarme pues así es como estoy viendo que lo que me pasaba es que tenía miedo.

Miedo por ti, miedo por mí, miedo a decir te quiero quizás a convertirme en cristal fundido como el hielo contra el sol. Los edificios grises me despiden con una mueca descompuesta por el amor y la ternura, por la impotencia y la desesperación.

Se despiden de mí mientras unos llaman a otros y se dicen, mutuamente, "observa, mira atentamente cómo se precipita igual que un ángel de fuego". Deberías estar viendo lo que estoy viendo yo ahora... Volveré a buscarte, cuando mis alas dejen de arder.

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