1/12/2007

Sé que existe un lugar en el que los buenos sentimientos duren; en el que la muerte es sinónimo de renacer. Sé que ha de existir un lugar en el que todo lo que he perdido aguarda mi llegada con la cual demostraré haber aprendido de mis errores. Entonces, todo lo que se cayó de mí, que era parte de mí, volverá al lugar del que nunca debí permitir que escapara.

En ese lugar, además, la torpeza será algo no determinante. En ese sitio podré caminar seguro, sin que sea necesario calcular cada paso para no machacar mi corazón ya que no habrá riesgo de perder todo aquello que amo.

Sin embargo no sé dónde se encuentra dicho emplazamiento. No sé en qué parte de mi mente se halla. Si en las gargantas profundas hacia el abismo o en los valles verdosos donde las nubes retozan con las flores en primavera. Es decir, en lo más oscuro de mí o, al contrario, en lo más amable.

Quizás en medio de ambos. En un equlibrio esencial. En el mismo en el que los sueños se mezclan con la realidad en una amalgama de ilusión que hace que tu estómago se precipite al vacío de la mano de una sonrisa y un acelerón del corazón.

Yo voy a buscar ese lugar. De momento es lo único que puedo hacer. Seguro que ahí cuando bese a una chica solo pensaré en el nombre que a sus labios corresponde. Y podré reír tranquilo, sin notar la presencia amenazante de la realidad a la vuelta de cada carcajada.

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