11/23/2005

A tientas, en la puta y fría oscuridad de la tarde invernal busco una deidad. Te busco a ti. Pues a ti me debo Dios, o cualquiera que sea tu nombre. Te ruego me des fortaleza y respuesta a las siguientes preguntas. Porque no comprendo por qué el ser humano se afana en volver atrás la mirada antes que dentro de sí mismo.

Se afana en intentar retocar el pasado, alterar el presente sumiéndose en el sufrimiento de lo incambiable y en el sufrimiento que pueda encarnar el propio recuerdo. Me resulta incomprensible la facilidad del humano para caer en el sufrimiento, ya no de forma involuntaria, sino de forma inquisitiva.

Preguntándole al tiempo que ya transcurrió, removiendo los secretos más oscuros, el gas asfixiante de la impotencia. No comprendo Señor por qué nos resulta tan fácil mirar atrás y no al ahora. No comprendo por qué yo veo sublime la tristeza y vacía la alegría.

No comprendo por qué, a pesar de todo esto, me resulte curioso estar vivo y me parezca un privilegio ser humano antes que pájaro. No comprendo tantas cosas. Creo, que de todo este tiempo solo sé algo que cualquiera sabe.

No vale la pena concentrarse en no caer sino en saber levantarse.

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