12/12/2007

Acurrucado, y desnudo, escucho al mundo girar a mi alrededor. Si quiero, puedo invocar una tormenta, y si lo deseo, no me cuesta esfuerzo hacer que el cielo se muestre azul sin motas blancas. Si me apetece puedo salir del núcleo seguro que es mi alma, y andar con ella de la mano por los mundos que genero. La escucho cuando habla, o al menos eso intento, pero nunca me responde cuando le pregunto cuánto me ama.

Por eso no la pongo a menudo en ese compromiso, porque sé que no está a disgusto conmigo. Si así fuera, ahora no podría estar escribiendo esto sin sentir que falto a la verdad. Lo que sí me pide a menudo es calidez para los dos, e implora la amabilidad de algún sol cercano.

Sin embargo lo que de verdad anhela son tus manos. Ahí tienes por qué te pido esas caricias.

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