2/11/2007

Recorro el camino de vuelta a casa sumido en mis pensamientos. Tras de mí y a mis lados mis compañeros. Deshacemos el camino que horas antes habíamos construido paso a paso. En mi cabeza el silencio que me rodea, sus suspiros, los míos, y algún comentario acerca del trecho que ya hemos recorrido. Ninguno se queja.

Paso a paso. Como el corazón latido a latido, avanzamos por la acera del mismo modo que la sangre de nuestras venas. Suspiro mientras me doy cuenta de que volvemos solos, o mejor dicho, solitarios. No hace frío aunque la temperatura no pasa de los diez grados.

Las piernas se entumecen por el esfuerzo, o por la decepción. Pero hay algo que me consuela... Solo yo estoy decepcionado. Buscando el sustento en una compañera acabo por hallar el hambre en la soledad, porque me siento solo aun a pesar de que puede que no tenga derecho a ello... Pero el derecho a sentir es algo demasiado racional como para poder comprenderlo.

Ya he llegado a casa, el grupo se ha separado, y estoy preparado para meterme en la cama... ¿Apago el móvil? Sí, mejor... Pero, espera, no lo hagas, tal vez llame... Tal vez me llame. La esperanza apostada al azar de un hecho, de una llamada.

Me meto en la cama, cierro los ojos y pienso que, al menos, la primavera prometió resucitarme.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No si ya te notaba yo un poco distraído,bueno,como tú mismo dices todos tenemos derecho a nuestros pensamientos privados,decepcionado? no,yo no lo estaba,tal vez pensativo pero eso es algo habitual,lo único que varía es la profundidad de los mismos.Bueno,si necesitas hablar algo ya sabes donde encontrarme.

Saludos y abrazos.