5/08/2006

Sé que tan apenas sé quién eres y sé, mucho mejor aún, que no sabes quién soy. Tan solo, quizás, una gota de tinta que se escurre por la pluma confidente, por la esencia vital del poeta floreciente de ilusión. Juro que podría quererte.

Tan solo, quizás, un suspiro que asume la levedad de su existencia, de lo efímero que es, y arranca del pecho la fuerza necesaria para continuar pensando con el corazón sintiendo con el cerebro y, de vez en cuando, alternar el rol de cada uno.

Una estrella muriendo en un destello azul, deslumbrando calaveras ciegas en sus cuencas y hambrientas de historia, hartas y saciadas de recuerdo. Soy la piel seca que anuncia la cicatriz deseada; el sueño del despertar oscuro, una lágrima que baila en tus pupilas pero que no se atreve a rodar suicida por tu mejilla. Deseando rozar tus labios.

Tal vez no me creas pero no puedo evitar camuflar mi superficialidad carnosa tras un misticismo oculto. Mi debilidad será confiar, mi miedo no ser inmortal, soy simple sin más, me gustaría no morir, no asumo la idea de que mi cuerpo se pudrirá en el vórtice cruel y oscuro del tiempo aciago.

Solo me queda la esperanza y la certeza. La certeza de que puedo asegurar que te amo con todas mis fuerzas. La esperanza de que algún día sabré que sabes que soy yo, esa gota de tinta, esa estrella que muere en un destello azul deslumbrando calaveras o, por ejemplo, un suspiro resignado que arranca la fuerza necesaria del corazón quien posee la certeza de que puede asegurar que te ama.

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