4/04/2007

Camino sin presencia humana, física, a mi lado mas no así en mi interior porque en ese aspecto me siento confortable. Mi alma así lo procura. Ando despacio, pensando en que me ha gustado ese abrazo, amigo mío. Voy sonriendo.

Me siento realmente inspirado, en mis palabras, en mis gestos, seguro de lo que digo y de saber que lo estoy haciendo bien. Tan en calma. Reparo, incluso, en el sonido de mis zapatillas contra el suelo y saboreo cada movimiento de mis pasos, me rodea una sensación deliciosa a todos mis sentidos, esta noche fresca está imbuída de algún tipo de magia.

Mastico este chicle como si fuera el último que fuera a mascar en mi vida; mis muelas y dientes de ambos lados de mi boca lo moldean, las horas lo han vuelto insípido y duro, y mi lengua y saliva lo transportan de un lado a otro. Del sabor a menta ya no quedan ni vestigios... Lo mejor de todo es que lo hago inconscientemente, al menos al principio, por ello el disfrute es auténtico. Así lo siento.

De repente me doy cuenta de gracias a qué se debe esto... ¿Qué me dices de este silencio? Bendecido por lo inusual escucho el murmullo tímido, pero decidido, de las hojas de los árboles enamoradas del viento, ¿qué está ocurriendo? Mi avanzar es lento, pienso en ir más despacio todavía pero desecho la idea porque eso sería sobrecargar el momento, lo saturaría de fantasía y se convertiría en algo sórdidamente real, prefabricado... Mejor como está ahora, mejor así. Siento que todo es perfecto.

Es cuando alzo la vista para escuchar a los árboles mecidos por esta brisa traviesa de primavera, niña aún, cuando me doy cuenta, para mejorar, de que una inmensa bola blanca tiñe de pureza pálida el cielo, unos centímetros, a su alrededor. Esta Luna es increíble, ¿no crees? Blanca, blanca, auténticamente blanca. Su luz de plata se cuela hasta mi alma bañando su rostro estupefacto de emoción.

Ya he tirado el chicle, a la basura del patio. Mis dientes piden descanso pero mi saliva y mi lengua desean seguir transportando algo más un poco más allá... Tal vez en un beso fugaz, en un momento así en cualquier otro lugar.

Está todo tan quieto que parece que estas calles disfrutan, por ahora, de un sueño feliz.

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