Sin dudarlo ni un instante volvería a saltar. A pesar del frío, del temblor de los músculos, y de las limitaciones instintivas, volvería a saltar desde el borde del abismo. Al caer no tienes qué esperar, nada que perder.
Mientras la gravedad te arrastra hacia un impacto brutal la mente se aisla y genera un molde de adrenalina en el cual los pensamientos fluyen a la velocidad de la luz. El pasado y el futuro son solo dos muestras titilantes que acabarán por fundirse.
Cierras los ojos y no te queda más que el presente, algo de esperanza y la sensación de estar en calma porque, una vez que saltas, ya no hay vuelta atrás. Cierras los ojos, y cuando los abres vuelves a aparecer al borde, con la llamada del aire en tus oídos y la marejada de emoción en las sienes.
Una vez que saltas ya puedes caminar sin prisa, sin temor ni agobio. Pero, hay que decidirse.
Mientras la gravedad te arrastra hacia un impacto brutal la mente se aisla y genera un molde de adrenalina en el cual los pensamientos fluyen a la velocidad de la luz. El pasado y el futuro son solo dos muestras titilantes que acabarán por fundirse.
Cierras los ojos y no te queda más que el presente, algo de esperanza y la sensación de estar en calma porque, una vez que saltas, ya no hay vuelta atrás. Cierras los ojos, y cuando los abres vuelves a aparecer al borde, con la llamada del aire en tus oídos y la marejada de emoción en las sienes.
Una vez que saltas ya puedes caminar sin prisa, sin temor ni agobio. Pero, hay que decidirse.
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