8/04/2005

Sólo quería dormir

Sólo quería dormir pensó cuando vio su rostro en el espejo. "Sólo quería dormir y soñarme preciosa, bella, sin ningún tipo de impurezas. Soñé con el hombre; también soñé con las aves, las plantas. Soñé con ríos, y con senos que se elevasen desde el suelo para flirtear con las nubes y poner celoso al cielo.

Soñé con el amor, con la libertad, pero este espejo ahora me impide incluso hasta dormir. No puedo soñar, si cierro los ojos la terrible imagen de lo que soy asola mi mente por completo. ¿Qué hice mal? ¿Por qué no se han hecho realidad mis sueños? ¿Por qué..por qué se han convertido en pesadillas?

Si no duermo no puedo descansar, si no descanso..acabaré por morirme. No quedará savia necesaria para las plantas, sin ellas no habrá oxígeno que respiren mis sueños; las raíces beben agua contaminada. Tengo miedo". A cada segundo que seguía mirándose se veía más horrible. Aquel espejo era como una visión al futuro, como la revelación de un destino terrible e inexorable.

Sin embargo, y a pesar de lo atroz de las imágenes, no podía quitar sus preciosos ojos del maldito cristal. De repente, su impotencia se tornó en llanto. Sonaba igual que el llanto de una madre desconsolada al ver marchar a sus hijos a un lugar del que no estaba segura de si iban a volver.

Al final de la sala, detrás de ella, había dos criaturas. Eran especiales por el mero hecho de existir, pero la mayoría de sus congéneres ignoraban esa suerte. Uno de ellos fue a ver qué pasaba, pero el otro se interpuso y dijo: "ya es tarde, ya no depende de nosotros, ha enfermado". El otro asustado preguntó que qué se podía hacer pero la respuesta de su compañero no salió de sus labios en forma de palabras, sino de sus ojos y en forma de lágrimas.

De repente, un grito estremecedor los hizo temer lo peor. Uno de los dos que ahí estaban se movió lento, pero reaccionó rápido. Fue hasta el espejo y vio a los pies de éste a una niña preciosa, de tez morena y pelo negro largo por debajo del cuello. Estaba triste, se le notaba en el rostro.

Susurrando le dijo, Tierra...Tierra...

Demasiado tarde. Segundos después su nombre de pila, Gaia, quedó grabado en el cielo. Ahora, se la recuerda como la pérdida más dolorosa que jamás haya podido darse en el tiempo.

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