8/22/2005

El lobo nunca muere solo. El mundo cambia, el lobo cambia con él. Sentado, observando a la noche le pregunto al cielo por qué la mejor de sus estrellas se halla en la Tierra. Sentado, no aúllo pues eres mía, pero aúllo porque no te tengo.

Con la mirada perdida entre las montañas, esquivando al tiempo que nos arrastra de lleno me abandono a tus brazos. No tengo miedo, porque soy tuyo. Pero temo, porque no me tienes. Mi saliva me recuerda a tu boca, los segundos de plomo bombardean la piel que acariciaste hace unos días, mi piel que pregunta por tus manos.

Con el pelo corto, fuerte y oscuro, con mirada triste y la boca prisionera de tus silencios, me pierdo hipnotizado por las nubes. Esas nubes azules de esta noche, bañadas por luz de luna, por rayos de plata. Pienso, tumbado apoyado en ti, que por qué brillan tan poco esta noche las estrellas. Tu voz responde, es verdad.

Pensé, de nuevo sentado, que nunca más aullaría a la luna mientras me protegieses en tus ojos; supe que sólo el tiempo podría decidir, y renuncié a ser lobo porque me vieras como a tu niño. El lobo nunca muere solo, porque cuando el mundo cambia el lobo cambia con él.

Cerré los ojos. Inspiré fuerte y me zambullí en tu olor. Tienes una sonrisa perfecta.

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