5/23/2009

- Parece una broma. Lo parece, sinceramente. Es más, yo lo leo, o escucho lo que dice la frase cuando la pienso, y parece una broma, o una drástica conjetura sin fundamento alguno con el fin de elaborar una teoría de la existencia con la que hallar, de algún modo u otro, sentido.

Sin embargo no creo que lo sea. El mundo, en mi opinión, colapsa. Está entrando en una fase de aceleración irremisible. Los pensamientos fluctúan a toda velocidad y, sin embargo, a penas hay tiempo para el amor. No sé. No quedan líderes, ni mucho menos líderes en los que confiar. Todo se concentra en un instante que no conviene analizar en absoluto.

Es mejor dejar que venga y nos arrase. Quedarnos, no sé, con el sudor de los cuerpos en fricción, con la memoria del colchón, con el olor en la almohada. Es mejor no preguntar por qué, no acentuar las pausas del pentagrama sobre el que nos movemos en un tempo extraño. Creo que la vida, nuestra vida, está desafinando por aproximarse demasiado al canal de la existencia.

¿Para qué cerrarse en la vorágine espirálica de la busca del sentido? A fin de cuentas el destino, si ha de aparecer, lo hace de manera aleatoria y explosiva. Mucha gente cree cuando ve, y apenas se ven ya de los que creen de corazón. Enloquecemos.

Enloquecemos en el sórdido ajetreo de los pensamientos que nos acompañan en soledad. Mi cabeza, por ejemplo, son ecos de voces que renacen constantemente. Apenas las escucho ya, su tarea es de erosión. Por más que lo intento no consigo elevar mi espíritu, siempre me quedo dormido y, ahora mismo, escucho la canción de un grupo que dije que no me interesaba por eso de que el rock californiano ni fu ni fa.

Me acuerdo exactamente de lo que dije, a quién se lo dije, y que no era una opinión personal. O sea, lo era, pero no era propia. No obstante, la casualidad hizo que de dicho grupo me gusten dos canciones porque, en realidad, el rock californiano me deja frío, o tibio, que no sé qué es preferible cuando de música se trata. No puedo avergonzarme de lo que dije, puesto que acerté, mas sí lo hago por creer. Podría decirse que aprendí de la experiencia.

La memoria... La memoria en realidad es el defecto de sensibilidad humana. En realidad el olvido, en cierta medida, acaba siendo la salvación del espíritu y, a fin de cuentas, de la carne. ¿Alguien imagina qué sería poder recordar, con toda exactitud y realismo, lo ya pasado? Quedaríamos atrapados, anclados a sensaciones artificiales. Funcionaríamos a base de recrear algo que existió pero que se evaporó y llegó a formar parte de los vapores del tiempo. Algunos de esos vapores se mantienen, y son tóxicos. Duelen. No son la memoria en sí misma, ni el recuerdo, sin más son la permanencia de lo que extrajiste de tal o cual experiencia. Eso queda. Lo que no sé si para mantenernos alerta y recordarnos que tenemos un algo mágico e individual o, simplemente, para recurrir a la vergüenza hacia uno mismo.

Podría parecer que he acabado en el desvarío. Sin embargo eso es falso porque no he hecho más que empezar. Lo que ocurre es que el calor acecha, me lloran los ojos por el cansancio, supongo que por la agotadora búsqueda de respuestas, y me duelen las piernas. Tengo sueño y no sé por qué ya que duermo bien. No tengo ni idea.

- Pero tú estás cansado. Eso es así, ¿no?

- Sí, sí. Lo estoy. Sin embargo mírame. Apenas me he metido en la cama, o apenas he pensado en hacerlo, que ya me siento debatir entre las sábanas. Por cierto, tú no puedes estar sentado tan tranquilo en esa silla. No puedes. No es que no tengas derecho, que tampoco, pero es que no puedes.

- ¿Y por qué no? No querrás que me pase la noche apoyado en la puerta, dejando que mi peso recaiga sobre las paredes de tu cuarto, ¿verdad?

- No puedes porque esa silla está llena de ropa hasta el límite. Mañana tendré que recogerla. Si he dicho esto es porque estoy en la cama. Sí, hace mucho calor, así que estoy en la cama. Lo dicho, sal de la silla, está llena de ropa.

- ¡Vale, vale! Sí, está llena de ropa. Tú y los detalles. En fin. ¿Me quedo entonces aquí de pie? Puedo cansarme mucho, ya sabes que no me gusta cansarme. Además estamos hablando, y me parece de muy mal anfitrión el tenerme aquí de pie. Y no solo eso, tío, no es solo estar de pie. Es que tengo que estar de pie escuchándote hablar sobre que el mundo se colapsa, sobre que no hay tiempo para el amor pero sí para atesorar los vestigios que perduran en el colchón o las sábanas en forma de sudor o aroma. Me ha gustado lo de los silencios en el pentagrama, o algo así.

- Yo y los detalles, sí.

- Bueno, ¿y ya está? ¿No vas a seguir? Me parece bien. Me parece bien que sea así, creo que vas comprendiendo el sentido de la lucha. ¿Para qué pelear contra ti mismo y las circunstancias? Las cosas suceden, las oportunidades van y vienen pero raramente vuelven. Más o menos sueles aprovecharlas, no siempre, pero tampoco se puede pedir el cien por ciento de efectividad. Piensa que cuanto hagas por ti ahora, cuanto aprendas de todo esto para fortalecerte y entrar en comunión con las partes que te componen, será un gran adelanto. Escúchame, ¿de qué vivirías si estuvieses ya completamente satisfecho? Dime, dime algo claramente. ¿De dónde sacarías las ideas, el ingenio para comer si ya no tuvieses hambre? Dame asiento, por favor, me canso de estar de pie.

- Tú en realidad nunca te cansas. Pero está bien, qué asiento quieres. ¿Un sillón de agua?

- ¡Oh, tío, eso sería un detalle! Sí, tú y los detalles. Me gusta. ¿Ves? Ahora me siento mejor. Tu discurso sobre el tiempo que se consume, todo lo que has dicho acerca de que los pensamientos fluctúan a una velocidad tal que son ecos de sonidos inmortales. Es cierto. A mí, por ejemplo y personalmente, si es que tu afán por los detalles me permite decir lo de personalmente, me parece algo auténtico. Tan auténtico como tu dolor de piernas. Es inquietud. Estás alerta, y siempre estás moviéndote. Creo que te torturas, en serio. Casi nada de lo que ocurre es culpa de nadie. Quiero decir, como ya he dicho, que las cosas suceden. La clave está en la adaptabilidad. Tío, los dos sabemos bastante de fantasmas y demonios. Es tu fuerza o la suya, pero no la emplees contra ti mismo. Repito que me ha encantado lo de los silencios y lo de que la vida desafina por querer aproximarla demasiado a la mera existencia. Eso ha sido muy bueno, ¿ves? Aún se te ocurren cosas. No es que esté aquí para darte la razón. Ya sabes, me encanta criticarte, pero con motivo. Me gusta nuestra relación, ya lo sabes.

- No, no lo sabía.

- Tío, cómo no iba a gustarme. ¿Crees que aguantaríamos estas conversaciones si no? Oye, empieza a hacer demasiado calor. Trata de relajarte, así no podremos dormir de ninguna manera. No me digas que sigues con el edredón. Joder, tío, es mayo. Estás en las nubes, colega. ¿Acaso quieres que muera de deshidratación?

- No puedes morir. Y menos de deshidratación.

- Tú y los detalles. En cualquier caso es necesario que te cuides. El mundo... Mira, el mundo ha estado sin ti y estará sin ti antes o después. En mi opinión debes mantenerte fiel y firme a una sola corriente. La vida tiene la suya, ¿sabes? Es un vector colmado de energías de todo tipo. Puedes tener tu propio rumbo, tus pensamientos se mueven asimismo en vectores independientes. Tu mente es el núcleo de un gran vector, tú, tu mente, yo, y nuestros pensamientos, conforman, o conformamos, una geometría única y propia pero que no se puede desmarcar de la principal. Aprende a vivir de verdad. Susténtate en base al equilibrio, aprende a no culparte. Todos hemos cometido errores. Incluso yo, ya sabes.

- Tus errores son los míos.

- Ahora me entiendes. A lo que iba... Adáptate. No sé, creo que te condenas por tus propias expectativas. Quieres decidir por el futuro, tío, y eso es imposible. No vas a enseñar a viajar al tiempo. Nadie es capaz de enseñar a follar a su padre. Creo que me coges. Oye, este sillón de agua es comodísimo. ¿Cómo lo haces?

- Ya ves, me gusta atender a mis invitados.

- Oh, sí, ya lo veo.

- Cuestión de detalles, ¿no?

- Sí, tú y los detalles. ¿Ves? Nos entendemos. Compartimos el sufrimiento, eso también lo ves. Así que tu bien es mi bien, tu esfuerzo es el mío, las recompensas que éste nos brinda son mutuas. Dime, ¿para qué querríamos pelear, para qué hacernos daño? Déjate llevar que me cojo de tu espalda. Me apetece un buen viaje, algo sorprende y cálido. Así que esmérate, déjate fluir, quiero uno de tus sueños llenos de magia.

- ¿Sabes una cosa?

- De las que piensas las sé todas.

- Entonces nada. Pero tienes mucha razón... Ya sabes. Y tiene mérito que pese a todo me sorprendas, es extraño porque en teoría...

- Sí, en teoría deberías saber todo cuanto pienso porque, en teoría, soy idea tuya... Adáptate, prepárate. Hay mucho de ti que no conoces. Tienes que estar preparado, y tienes que estarlo de verdad porque no me gusta que me cojan en fuera de juego. Creo que comprendes a qué me refiero.

- Lo comprendo. ¿Sigues teniendo calor?

- No. Menos mal que has dejado solo la sábana. He llegado a pensar que querías herirnos.

- Voy a dormirme ya, ¿vale? Espero que lo entiendas... Hablas mucho para ser una imagen mental. Dime una cosa, ¿hasta qué punto ha sido real todo esto?

- Creo que hasta el que tú quieras. No sé cómo funciona lo de la realidad exactamente. Hasta donde yo tengo entendido, es bastante ilusoria.

3 comentarios:

Soñadora Empedernida dijo...

"No me digas que sigues con el edredón. Joder, tío, es mayo."


:)
Como una cabra. Otro punto para mí. Interesante conversación y más interesante aún el valor para escribirla y que así permanezca.
¡Tenemos que buscar esa concatenación extraña!

Anónimo dijo...

eres genial

Rubbens dijo...

:)

Seas quien seas, gracias por pasarte por aquí, anónimo.