5/26/2009

Se le desparrama el ánimo a través de las pupilas, los párpados caídos anuncian la apelación a la tormenta. Ella sabe que si dice hola es porque se halla triste, que cuanto más normal aparenta estar mayor es el sufrimiento que le corre entre la piel y la sangre.

Puedo verlo temblar bajo sus ojos, buscando un pecho pálido y caliente, un refugio para su llanto. En su rostro se aprecia que es temporada de sequía, lo manifiesta el ceño casi fruncido, las sonrisas como cansadas, sonámbulas. Parece que tenga peso en su frente. Las mejillas piden agua para calmar las pesadillas.

Si lo miro un poco más de cerca escucho el remolino en el puente de su nariz, y me apiado cuando mueve el cuello para lanzar bien lejos su mirada. Parece que no quiere alcanzar al mundo, o más bien que el mundo no lo alcance a él.

Presto un poco más de atención y definitivamente lo veo luchar para que no se resquebraje la realidad que ha ido tejiendo a base de sueños y esperanza. Su esfuerzo permanece igual que la arena entre los dedos. Gotea grava ya de las paredes, el cielo se abre y está solo.

Lo encuentro devastado. Perdido en los restos de su fe a los que se agarra como a un clavo ardiendo. En algún punto de esta historia puedo ver cómo vuela algo de él mecido en el aire sobre un lecho de ecos de lamentos de campana. Y tal y como lo veo apretar los dientes juraría que es de réquiem.

Si es que ha de ser la marea, que las olas están arrastrando mucho más, que hace mucho que no llora y mucho más que le duele. Se toca donde punza, desde aquí creo que es en el centro del pecho y puede que coincida con el vientre del alma.

Siente el llanto de otros como un alivio. Incluso los llantos irreales de la televisión, no hace falta decir qué ocurre con los de las canciones: que son eternos. Me inspira profunda pena, terrible tristeza, la rabia en la que le cristaliza la sal de las lágrimas que no manan. La inquietud, la terrible incomprensión, sentirse insuficiente.

Lo que yo no entiendo, observe desde donde observe, es por qué prorroga las necesidades, la culminación. Por qué para llorar necesita estar solo, por qué para llorar necesita estar de papel quemado entre unas manos que aprietan.

Lo que yo no entiendo. Como él. Como todo. Como necesitar desnudarse y caer, abrazarse de las rodillas, llorar a morir. Y no por otros, no por nadie que no sea él, que no seamos nosotros.

Que soy yo.

1 comentario:

Soñadora Empedernida dijo...

Exijo una sonrisaentrada!!


(Sí, exijo ¬¬)