11/15/2008

Solo es inmortal lo único. De todo cuanto ocurre aquí, solo permanece de algún modo lo sentido, las emociones que nos rodean a cada instante, las dudas, las turbulencias, el miedo, la angustia; todos los titubeos obligatorios y necesarios que se tienen, se padecen, cuando se aproxima el cambio.

Solo es inmortal lo que se vive, porque siempre se recuerda. Es eterno, para mí, el encanto de un pueblecito, ya sea perdido en las montañas o levantando una inmensa llanura, en verano. Es indiferente el pueblo del que se trate, salvando los extremos.

Cuando miro una foto, o un vídeo, de uno de estos pueblos, sobre todo si es en una estación distinta, se me dispara la memoria, el engranaje inmisericorde que enciende, aunque sea por un instante, la maquinaria del recuerdo, que trae consigo al presente lo que ya se vivió una vez, con todas las emociones y, además, con un constraste para las mismas. Lo inmortal, de nuevo, lo único real, auténtico, es eso tan volátil, tan ignoto como la esencia del recuerdo, lo pasado o lo sentido.

Es una sensación de extraña fuerza, de fingido poder, que me invade. Y sigo teniendo miedo a ciertas cosas, pero no puedo hacer nada más que aguardar el momento exacto, que será el que el propio momento elija, para poder hacer lo que crea, en este caso yo, lo más apropiado.

Pero, pese a todo lo que pueda venir y que sea duro y doloroso, no puedo negar la vida eterna, porque es imposible, a que ayer me sintiera como el rey del mundo, el rey del bar, con mi copa de cerveza negra porque no había más vasos, abrazando a una amiga, mi artista amiga, y besando al amigo con el que compartí lo que creía que era nada cuando sucedía y que ahora resulta ser, cómo no, algo perteneciente a lo inmortal y que tampoco sé describir, explicar ni, aunque pudiera creer que sí, a veces comprender.

Anoche, en la desvinculación que todo elemento sufre cuando no está en su entorno, sin olvidar que el entorno son también las circunstancias y el resto de elementos que de manera regular suelen componer una escena, un hecho, descubrimos la mágica maleabilidad del tiempo en la memoria. Como un actor que se enamora de verdad alguna vez y se descubre representando uno de sus papeles, sin darse cuenta de que el escenario es él, está en él, y se muestra desconcertado.

Ayer volví, hoy aún estamos.

1 comentario:

Soñadora Empedernida dijo...

¿Cobarde? Por qué. Elegir ser otra persona que no seas tú, sin conocerte, por tanto empezar absolutamente de cero.

Anoche tú abrazabas a tu amiga y besabas a tu amigo, mientras yo me preguntaba cómo sería siendo otra. Y me entraron ganas de que mi relato fuese real.


Todo es cuestión de realidades. Porque cada uno tenemos la nuestra, distorsionada. Ya ves.


No me parece cobarde. Cobarde sería desechar ser tú, e intentar respaldarte en ser otra persona distinta. Creo que son cosas diferentes. Y, ojo, no estoy hablando de ser ni mejor ni peor. Simplemente de ser otra cosa, desarrollarte de otro modo, volver a empezar.