11/19/2008

Hoy la he visto. La he visto mover y la he observado desenvolverse completa, gesticulando, mirando, con los ojos pintados de negro en la raya; la he visto con las manos finas, el rostro pálido, la expresión triste. Trenzada en el sol de la mañana, el sol de noviembre, el embrión de los días cristalinos del próximo mes, con el cielo azul infinito y profundo y las nubes como el entorno antagónico de todas las pupilas.

La he visto, y me ha parecido un remolino de contradicciones, de hermosas y extremas contradicciones. Su pelo, por ejemplo, de brea al color y de espiga al aire cuando se movía. Y su boca, entreabierta y relajada con los labios tensos, como cuerdas de arpa al borde de arrancar un sonido doliente. Parecían sus sueños ancianos cisnes que ya entonasen.

Me he cruzado con ella hoy, con mi joven Alicia, mi joven y hermosa Alicia y después, al pensarlo así, con más calma y no tanta intuición he sentido las ganas, la ilusión quizás, de hacerla feliz, y no sé cómo porque soy incapaz de definir ese estado.

Por supuesto Óscar no es distinto a mí en ese aspecto pero... Pero puede que estén hechos el uno para el otro y sea así, solo así y entonces, cuando pueda saber cómo darle a Alicia todo lo que quiero.

Y es curioso, porque aunque me esté enamorando de ella, no puedo decir menos respecto a quien creo que es su mitad necesaria, su locura ansiada y esquiva. Su delicia ansiosa.

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