11/03/2008

Mientras me miraba me dije 'presta atención, no pierdas detalle pues este es el rostro del fracaso, el aspecto de la derrota y la mirada de la rabia'. Me vi pálido, claro y detallado, sintiéndome dolorido por un daño indolente. Me llamé a saborear esa imagen, me recordé que debía masticarla y extraer su jugo, del mismo modo que se hace con esos bombones rellenos de licor.

'Muerde con decisión, busca ese estallido, la explosión sorprendente que te lleve.' Temblaba, me supe enfermo, débil, y recapacité sobre la pelea perdida, el tiempo desparramado. Traje de nuevo al corazón a aquellos que reconocieron haber salido a la lucha con la derrota asimilada, sin fe, abusando de la esperanza de otros, despreciándola.

'Sí, -me dije, y me digo-, obsérvate bien en momentos como el de ahora para acabar por perder la vergüenza. Lámete mientras estés hundido, consigue amarte o, al menos, aprecia esta sensación de abandono que trepa tu espalda, que hinca sus garras serradas en tu carne y vomita, o escupe o se esparce líquidamente, como la luz del alba, sobre tu alma mal techada'.

'Haz un trabajo de mímesis, no sientas asco ni lo repudies. Encolerízate, odia lo que te provoca esto si quieres, pero no te odies a ti'. Me veía, y de alguna parte de mí llegaban esos consejos magistrales, esa voz que procedía a buen seguro del instinto de supervivencia. 'No retrocedas, no huyas de lo decadente y mezquino, de lo bajo y pobre de espíritu. Mírate cuando seas parte de ello, hazte inmune'.

Y me vi, y me miraba como ahora me encuentro, inmunizándome. Es cierto, ya no hay rostros felices, no se ven, puedes buscar pero no se hallan. Aunque sí hay atisbos de luz, repentinas manifestaciones, deflagraciones mágicas controladas en el tiempo pero no en la intensidad.

Es sencillo darse cuenta. Todos caminan sumidos en sí mismos, en lo que los angustia y preocupa. Caminan con la mirada en crepúsculo, y es invierno en sus gestos, en su gesto completo más bien, y no hacen nada sino seguir este río de aguas infinitas. Huyen, si acaso, de lo vejatorio, que es lo constante, del mismo tiempo.

No parecen recrearse en esa situación, no se deleitan como sentí hacer que hacía al verme en el espejo, elevándome a cada instante, comprendiendo la nulidad de lo que la existencia es y lo paradójico que resulta el inmenso y ansioso contenido que hospeda.

La negación, pues, parece el camino más seguro a la ruina, y la confrontación, el hecho de desnudarse y decirse en el espejo, cara a cara y sin que tiemble la voz ni titubee la mirada, 'sí, lo sé, he fracasado hoy', entraña un éxito evidente.

Significa la trascendencia de uno mismo, alejarse del miedo, desprenderse un nivel más del pudor, del ridículo y el hastío. Desmenuzarse a uno mismo en la soledad, examinarse con ahínco, con perseverancia furiosa de bárbaro, hasta dejarse solo las esencias, como las vísceras, temblando en las pupilas.

Quedando ya solo el magnífico manjar, beber con delectación de la libertad de ser, de ser sin presentarse la presión, la carga, de la posibilidad de no estar a la altura. Y el privilegio de que en tu gesto no sea siempre invierno.

1 comentario:

Soñadora Empedernida dijo...

Sé que al ver que es la pesada de siempre se te romperá la ilusión de un comentario nuevo...


Pero a ver si te entran las ganas de escribir.
:)
Que tengo un poco de hambre ya. (Apetito feroz, ya sabes)



^^