10/20/2008

Sí de tus músculos retorcidos, del cuerpo fuerte, y de porte curtido. Sí de tus manos recias, de tu altura chata y robusta, del capricho nunca erguido. Sí del hambre de la tierra a tus pasos, sí del de la lluvia y sus nubes. También sí del fruto oscuro, y tu adorno pálido. Sí de tu corazón arenoso y tus grietas de tiempo, de carne endurecida y color ojeroso. Sí de tus jornadas de atención y de los meses de olvido.

¿Por qué no cautivo a la par? En tu indolencia recortado contra el cielo, apuntando tus ramos a algún dios. Sí de ti, poderío sentido, sí de mí que desde aquí, aquí arriba y un poco abajo, te miro.




De este modo cantaba su voz al viento la vid, la vid enamorada del olivo.

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