7/07/2008

Uno, dos... A corta distancia y se desequilibró desde sus cuartos traseros. Frente a ellos yo, y al que le descerrajé los dos tiros cojeaba de una manera brutal, y algo le colgaba desde el vientre. Lo destrocé y sufría, gritaba, gemía.

La otra bestia, el otro animal, posiblemente su madre, me observó desde sus ojos abisales de incompresión y en sus pupilas vi la mirada más humana con la que he podido encontrarme. ¿Por qué?, me dijo desde su pureza primigenia. Escuché su voz en mi cabeza, y la respuesta la di al temblar desde los tuétanos.

Con movimientos de furia y rabia arrastró con sus fauces a su compañero, o hijo, o lo que dios quiera que fuera, mientras yo miraba lo que había creado tan solo por querer impresionar a mi padre. Un padre que solo me dejaba leer en los gestos que me dedicaba que yo no comprendía nada. Y así era...

¿Por qué lo hice? ¿Cuál era la necesidad? ¿El beneplácito del progenitor? ¿La gloria temporal por ser un camarada entre los hombres de la comunidad? Todavía lo ignoro. Todas las tardes salgo al lugar donde ocurrió aquello, y siempre que llego veo la sangre brotando como un manantial, dibujando en el suelo tulipanes sea la estación que sea.

La memoria no perdona... Y me parece justo que así sea. Aquí llevo, colgado de mi cuello, un pedazo del colmillo de aquel animal, que lavé de barro y sangre inmediatamente después de recogerlo del suelo. Se revolvió con tanta fuerza la bestia que se lo partió contra una piedra.

Lo único que deseo es poder pedirle perdón a la que dejé viva, a la que no me atreví a disparar, a la que no pude, a la que no quise porque no debía, porque desde el principio no debía haberlo hecho. Porque era evidente que sufriría al hacerlo. Que sufriríamos.

Me equivoqué, y ahora espero algún día ser redimido. Espero que sea suficiente poder ver a esa criatura y decirle que he comprendido que los bienes de la tierra no se nos ofrecen por el triunfo personal ni por el beneficio propio.

Todas las noches froto este colmillo con un paño en el que enjuago lágrimas, donde bailan las letras de una disculpa. Por eso brilla tanto... Por eso no olvido, por eso quiero encontrar a quien de veras le pertenece.

Nunca podréis imaginar el sonido de mi vida al impactar contra el suelo cuando vi cómo arrastraba con esa determinación el cuerpo de su compañero ya casi muerto...

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