8/30/2008

Tú estabas desnuda en mi cama, y tu cadera levantaba olas con las sábanas azules. La espalda a mi merced, y mis dedos de bestia te dibujaban líneas de caos sobre los hombros. No había ansia, ni miedo, ni fuerza, ni ganas. Solo el instante fugaz por el cual, de algún modo, se pierde hasta la pasión por la pasión. Estaba tranquilo, sin tiempo para el futuro. Tranquilo.

Hasta sin sueños, pienso, porque ya estoy viviendo por palabras, letra a letra. Y te olía entera, y te tuve en mi boca, y ahora, aún, cuando duermo, te sigo encontrando en la almohada, o al menos los restos de la vida que creamos ahí, por un instante en el que estuve en calma.

En el que ya no había nada, salvo invisibles líneas de fina locura inscritas en tu piel, tu nuca erizada. Los dos dentro del océano de mi cama, que encontró su génesis en el centro de tu ser, al final de tus piernas.

1 comentario:

Soñadora Empedernida dijo...

¿Ves? Sí que estabas escribiendo. Y no me lo quisiste decir...
:(








PD: No lloro. ¬¬