12/15/2006

A veces, casi continuamente, piensas que hay algo para ti. Algo para cada uno. Sin embargo ese algo es especial y tarda en llegar. Casi siempre demasiado, o eso nos parece al esperar. No sé qué es aquello que espero ni que busco y por eso no sé si cuando llegue sabré si ha llegado.

Puede que tal vez haya llegado ya y mi ignorancia o mi torpeza me hayan impedido verlo. A lo mejor suena egoísta pero existe un vacío que no puedo llenar... Un vacío al que ni tan siquiera llegan las palabras y los sueños lo sobrepasan deslizándose sin detenerse a mirar desde arriba por miedo a que los absorba.

Los recuerdos se vuelven insípidos cuando me asomo a dicho hueco y me parece que llevo demasiado tiempo caminando al borde, dudando entre saltar y no saltar... Pero me da miedo. No sé qué hay ahí si es que acaso hay algo... No sé si será mejor o peor. O es que estoy atado a las arenas secas de este acantilado.

Las voces que oigo desde ahí abajo acuden raudas y afiladas, como puñales o hachas sedientos de sangre. Lo que esperas no llegará; lo que crees es todo mentira; lo que eres es algo que inventaste para huir de nosotros.

A veces, en mis pesadillas, me arrastran hacia el fondo de un lago o un estanque. Mandan a sus súbditos para hacerlo... Los que ya no están con nosotros que se fueron hace años o tan solo días. Sus rostros son terroríficos y el miedo atiere mi cuerpo sin dejarme tiempo ni para suspirar. Hasta el alma parece que se esconde tras los huesos para intentar escapar de la mirada horrible que poseen.

Me llevan al fondo y me sujetan al suelo con algas. Extraen mi alma, hacen que la vomite. Me repiten continuamente la letanía que los monstruos del fondo les encargan. No puedo si quiera retorcerme, ni arrodillarme... No puedo pedir clemencia ya que cada vez que lo intento las algas se aferran más a mí... Como si quisieran robarme la sangre... Cuando expulso lo que quieren, entre burbujas y una estremecedora arcada, lo guardan en un trozo de coral y me ponen a prueba.

Pero nunca llego a saber qué es esa prueba. De repente el agua se evapora, mis pies vuelven a ser libres y el coral desaparece. Vuelvo a la superficie del lago y de ahí al borde del abismo. Y oigo gritos que se disipan a los lejos, entre mis ganas de alejarme.


Nunca he visto a esos verdaderos monstruos. No sé dónde se esconden realmente. Los imagino como magníficas serpientes marinas. Como la materialización más exacta posible del miedo. Siempre que vuelvo al acantilado pienso que puede que tengan razón. Entonces los recuerdos pierden el sabor y los pies cobran un peso atroz.

Cuando el espejo me devuelve el saludo me asegura que es solo soledad. La misma que siente él cuando es, al mismo tiempo, el algo y alguien y ese alguien se marcha... A veces hasta pronto. A veces para siempre.

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