12/24/2006

Especialista consumado en pillarme los huevos. Generalmente con las bisagras de lo imposible, para que duela más. Ya no el hecho en sí sino la reflexión posterior. A medio consumir por el ridículo perpetrado, por las actuaciones magistrales sobre el escenario de lo casi patético. Con un triste final. Triste por triste; triste por previsible.

Sin embargo siempre piensas que no va a ser siempre igual y que, tal vez, en esta ocasión pueda ser distinto. Aún no lo ha sido. Es completamente normal, no tendría sentido. Qué se iba a hacer, si no. Igual enloquecer es mi sino. O la única apuesta plausible.

Pero da lo mismo, porque en cuanto acabe de escribir todo esto me despojaré de la racionalidad, de la escasa lógica y volveré a la ilusión. Ilusión por qué, por todo. Para qué, para todo, para nadie o para todos.

Creo que es casi un principio masoquista, porque duele bastante. Sin embargo, luego lo piensas y dices que el final es importante pero no tanto como el transcurso... Y el transcurso es verdaderamente hermoso. Lo que sientes es irrepetible porque nunca es igual. Aunque luego llores el corazón te perdona y el seso te comprende.

Podría decirse que es una autodestrucción constructiva. Que merece la pena, porque lo que se siente entonces no se siente de otra manera.

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