12/17/2006

Creo que debo confesar que no necesito compasión sino afecto. Que no quiero beber, busco una triste canción. Alimentar de tranquilidad a este instinto inquieto y pasar de nerviosamente preocupado a preocupantemente en calma.

Darle un poco de tregua al corazón porque ya va siendo hora de dejarlo descansar. Que vaya a su ritmo, sin prisa, porque prometo seguirlo. Sin obligarle a sentir, sin que me fuerce él a lo contrario. Saboreando cada gota de sangre en sus ventrículos del mismo modo en el que yo degustaré cada beso con mis labios.

Dejaré los ojos reposando en lo que vean. Posarse donde miren y no mirar dónde se posan. Convertirme en el medio por el que fluirá el propio principio de vivir, por donde discurrirá incesante el caudal de los sentimientos. Sin catalizadores. Sin trampas.

Confieso que me enamoré de ella pero que, al dialogar a partes iguales con mi razón y mi yo más pasional, logré aceptar lo que debía. Confieso que fallé, que fallo, y que fallaré. Confieso haber confesado. Confieso que no me guardaré más secretos.

Ya he encontrado lo que buscaba. No es una sino dos. Dos tristes canciones que de tan hermosas me hacen sentir bien. Me hacen ver, sin tener que forzar mis ojos y mi vista, que la belleza está ahí... En cualquier lugar, en ninguna parte.

Confieso que estoy en paz. A pesar de todo, ahora, me encuentro en paz.

No hay comentarios: