10/10/2005

Cubierta por un blanco haz, por una tela pura y pulcra como lo es ahora su alma. Con un semblante tranquilo, sin preocupación ni miedo. Solemne, en un silencio solemne se la ve en calma. Esperando algo, recorriendo un camino.

Sus labios enrojecidos resaltan el blanco harina de su rostro. Los párpados cubriendo los ojos, y las pestañas largas y negras. Vestida de blanco, quizás parezca tensa. La luz que la ilumina desde arriba hace que casi resulte invisible, pero su belleza transparente evita que cualquiera resulte inmune a su encanto.

Se dirige, caminando lenta pero decidida, hacia una meta que la marcará ya para siempre. Sus delicados pies no asoman por debajo de esa tela blanca, que la protege y la anuncia como un ser virginal y sagrado.

Cualquiera hubiera dicho que es la novia más hermosa que jamás visitó un altar, si no fuera porque la tela blanca es una sábana y no hay altar, sino que la muchacha está tumbada sobre una gélida camilla de acero gris.

Guardando silencio, un silencio solemne.

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