9/30/2007

Durante el período empleado en pasear al perro por la noche las partes, nombradas a continuación, Yo mismo y Mi Otra parte, establecen como puntos de mutuo acuerdo la enumeración que prosigue a partir, inmediatamente, de aquí:

· Que nunca he sabido distinguir el bien del mal.

· Que los efímeros destellos y reflejos que la luz del sol dibuja al colarse por las ranuras de mi persiana siempre son más rápidos que yo a la hora de desplazarse.

· Que por mucho que lo intente nunca podré coger esos destellos y reflejos.

· Que a pesar de todo seguiré intentándolo.

· Que es mucho más emocionante asomarse al abismo del qué pasará sin tener alas.

· Que la caída por dicho abismo asusta. Pero también emociona.

· Que la emoción se torna preocupación cuando observas que no sabes hasta dónde vas a llegar o cuándo vas a parar. Eso si paras.

· Que la preocupación se va cuando recuerdo la ansiedad de esos labios.

· Que esos labios han hecho que me asome a un lugar en el que había una señal donde se leía abismo del qué pasará.

· Que no tengo ni idea de qué es lo que va a pasar.

· Que estoy asustado.

· Que "a saber dónde me he metido".

· Que y ahora qué.

· Que ya se ha dicho que a saber.

· Que sigo en calma conmigo mismo.

· Que tampoco hay tanto por lo que preocuparse.

· Que eso no hace que me preocupe menos.

· Que quiero seguir soñando como hasta ahora.

· Que si alguna vez me despierto sea con una mano amiga dispuesta a rozarme la piel.

· Que el sonido de un violín tocado con rabia y maestría es más magnífico que tocado sin rabia y con maestría.

· Que el punto anterior, aunque a destiempo, era de rigurosa importancia incluirlo en la lista.

· Que estoy ansioso y necesito comenzar de nuevo a dedicarme a las artes marciales.

· Que me costará dormir porque hay un remolino de no sé qué y nervios centrifugándome el estómago.

· Que estoy preocupado por ella.

· Que, a efectos del anterior punto, ya sé de qué me preocupaba y preocupo.

· Que la hechicería y la magia está en los labios de las bocas que más callan.

· Que con mis dedos quiero esculpir su rostro a caricias.

· Que no sé qué más quiero.

Así bien, y atendiendo al inquebrantable juramento de sinceridad al comenzar la anterior discusión y enumeración de los asuntos discutidos que nos han llevado a la lista inmediatamente anterior a este párrafo, se concluye el contrato de conciencia con los mejores deseos hacia ambas partes, confiando en que seguirán amándose la una a la otra del mismo modo que hasta ahora ya que ambas aseguran es la mejor y más honesta encontrada a lo largo de su experiencia.

Sin más que añadir las partes, abajo firmantes, han cerrado el cómputo de las cláusulas con el más honesto de los gestos. Una sonrisa de esas que hacen que el rostro se ilumine y arrugue la piel de al lado de los ojos justo antes de las sienes.

Firmado:

Yo mismo. Mi Otra Parte.


PD: Yo doy fe de que todo ha sido llevado a cabo bajo la más estricta de la legalidad y mirada crítica que impuse a mi existencia desde que tengo uso de razón razonable.

9/27/2007

Aún resonaban en su memoria a corto plazo las palabras ofensivas y la amenaza que lanzó contra él; su memoria a largo plazo tampoco dejaría que se esfumasen esas sílabas, ese odio, esa furia. "Odio, ¿eh?" Pensó... No estaba muy seguro de qué debía sentir pero sabía bien que la vergüenza no sería su compañera durante mucho tiempo.

Justicia o venganza... Cuál era la línea que las separaba, cuál el matiz clave para saber discernirlas sin duda ni vacilación. Tal vez no existiera ese punto y todo dependiese de la persona, del ser, de la valentía o la mezquindad de cada uno.

Creyó que la decisión había acabado de tomarla en ese momento pero en realidad solo había sido perfilado su último retoque; el cincel maestro de su mente acababa de terminar lo que había empezado nada más hubo sido amenazado. No es que estuviera resentido con el mundo ni nada en particular... Solo quería comprobar si las personas que dicen ciertas palabras podrían respaldar lo dicho con actos.

Salió de su casa. Era de noche y refrescaba. No tenía la necesidad de esconderse. Sabía que los que no tienen nada que esconder no temen mostrarse tal y como son. Y eso era lo que estaba dispuesto a hacer. Caminó paso a paso, disfrutando hasta en el paladar cada uno de los segundos que lo acercaban a su destino.

Tenía muy claro dónde vivía el sujeto que tanto había lanzado por su boca. "Raro de mierda, un día de estos te meteré todos esos dibujitos de japoneses por el culo." No tenía nada que ocultar así que llevó un par de tomos, los más gordos que encontró para ver si el valiente lo era de verdad.

Llegó adonde debía. Una verja cortaba el paso y tras ella un muro de cipreses cortados para formar un seto repetían el contorno de la parcela. Se encaramó a la verja, saltó sobre los setos y cayó al suelo. Cayó bien, pero las plantas de sus pies le escocieron sobremanera. No obstante se contuvo.

Ya que estaba no quería ser tan zafio de llamar a la puerta así que prefirió asomarse a la ventana. A la del salón, pues fue en la que vio luz. Le daba igual que estuvieran los padres del otro chico, solo iba a experimentar. No se acercó ningún adulto. La voz blasfema sonó desde dentro de la casa. Asómate a la ventana, gritó el de fuera, y lo miró a los ojos.

- Traigo dos tomos repletos de dibujos japoneses, me preguntaba si tendrías huevos de alojarlos en mi recto tal y como has dicho delante de tus amigotes esta tarde.

La perplejidad se convirtió en humana cuando el de dentro escuchó semejante frase.

- ¿Están tus padres? Porque si lo están es mejor que salgas fuera a ver qué tal se te da el asunto, tampoco quiero mancillar el hogar que han construido.

- No están, y no me jodas. Vete a tu casa a dormir, jodido monstruito.

Sus padres no estaban. Y sabía que era hijo único... Sin saber de qué manera un chispazo brutal sacudió sus entrañas y avivó su instinto. Algo más fuerte que su propia existencia lo impulsó a entrar, a no marcharse, a cumplir una misión.

- Así que estás solo... Comprendo. Eso cambia mucho las cosas, ¿no crees? Sal de una vez o entro. Y te juro que de aquí no me voy sin comprobar que eres tan valiente como crees.

El otro cerró la ventana y en sus ojos resplandeció mínimamente el terror. Aún así, segundos después, se abrió la puerta.

- Qué quieres.

- No lo sé muy bien... Y hasta hace un momento tampoco pero resulta que ahora no puedo evitar deseos de destrozarte. Un calor progresivo está entumeciendo en ardor mis músculos y el frenesí revividor del salvajismo me está impulsando poco a poco.

Paso a paso. Las palabras fluían pacíficamente de su mente a su boca y de su boca al aire. No había que forzar nada, no había que teatralizar. Paso a paso y se plantó a menos de un metro del amenazador vespertino.

- Toma. Cógelos. Cumple lo que has dicho. Sé un hombre.

Las manos le temblaron al intentar coger los tomos de esas manos firmes que se los ofrecían. No fue suficiente poner todo el empeño del que disponía y acabaron por caer. Curioso acto el que acababa de tener lugar.

- No puedo frenarme. Siento que esto tenga que ocurrir de esta manera pero tal vez sea la única. En esta noche tan deliciosa un ser que no conocía en mi interior me ha susurrado su nombre desde mis pulsaciones. Ahora mi sangre es más roja, más caliente. Mis sentimientos más viscerales, más puros, más auténticos. Si no estuvieras temblando tan trágicamente puede que esto tuviese un final distinto, pero creo que no va a ser así.

Lentamente se desprendió de su sudadera y se quitó la camiseta. Su torso se antojó de plata cuando la luna lo rozó con sus dedos intangibles. Avanzó un poco más y sin dudarlo asestó un puñetazo brutal sobre la mandíbula del que estaba frente a él. "¡Lucha! Lucha, maldito, pues somos uno a uno y te estoy dando la oportunidad. Vencer o perder. ¿Ganar o morir?"

Otro puñetazo. Frente a él no había más que una masa de carne y huesos tambaleantes sin identidad propia. Trató de detenerse, de hallar una vía para el perdón. Ya había demostrado que el otro era un cobarde. Sin embargo sentía un placer extático al golpear, al comprender que en sus huesos y su carne dolorida encontraba una expiación a los pecados que cometió contra sí mismo.

Un golpe más, y otro, y otro... El sonido seco del impacto de la carne contra la carne. "Amaos los unos a los otros como yo os he amado..." No comprendió el porqué de la asistencia de esas palabras a su mente. ¿Acaso era él quien blasfemaba ahora? Curiosa ironía, macabro sarcasmo.

La sangre salpicaba aquí y allá. El suelo de mármol negro empezó a cubrirse de tibieza. Y él sudaba. A cada golpe que asestaba un centímetro se ampliaba su sonrisa. Su torso ensangrentado de esencia vital ajena le confería un aspecto espectral. El de un demonio enloquecido, el de un humano consciente de su capacidad.

Los dientes que sus mandíbulas apretaban eran el envidiado deseo de la boca del golpeado. Un rostro hinchado, amoratado y rojo. Resbaladizo y caliente. Un rostro magullado de huesos machacados contra el suelo. Golpe a golpe, hueso a hueso. Cogió la cabeza con sus manos, la elevó con delicadeza, con poética suavidad, y la empotró con delirante rabia y oscuro romanticismo contra el suelo ansioso de paz y calma.

De forma instintiva supo cuándo parar. Se dio cuenta de que estaba a horcajadas sobre el cuerpo de su rival. No sabía cuánto llevaba así ni cuánto el otro inerte. Lejos de sentirse cruel o inhumano, monstruoso tal vez, se sintió renacer.

Un nuevo ser en sí mismo, una nueva existencia. Un odio fulgurante era irradiado por sus ojos destacando una voracidad aciaga. La noche seguía siendo exquisita. Su cuerpo, aunque no ya de plata, era de un escarlata con destellos nacarados. Amada Luna, en tu sonrisa por lo presenciado hallo mi satisfacción por lo hecho.

Los dos tomos estaban en el suelo. Se agachó y los recogió. De uno de ellos arrancó una página y la depositó en el pecho de su víctima. Cogió los brazos carentes de voluntad vital y los colocó sobre ésta. Se veía dibujado un ser sonriente y salvaje. Un ser sin miedo a la vida.

Se miró a sí mismo y se dio cuenta de una cosa... Aún quedaban otros tres por conocerlo.

9/21/2007

El futuro, infiel consejero que me depara un destino aciago. Contaminado en mis entrañas sigo en pie de guerra. Mi alma por un lado, mi mente sentada en los peldaños de la escalera. Me busco, me busco a mí mismo en una soledad instructiva pero ingrata. Limpio mi veneno de inseguridades, las dudas se alejan mientras mis dos mitades se unen.

Poco a poco soy uno y no hay victoria, ni tregua. Solo paz. Una paz exquisita que me besa con dulzura la piel quemada por el sol y las lágrimas. Ya veo el sol, noto cómo la ponzoña se marcha. El ser oscuro de frío y negrura se torna gris, poco a poco lo veo y lo escucho llorar. "Por qué lloras..." Se siente ahora él más solo de lo que me sentía yo cuando me poseyó en sus carcajadas.

Reías cuando yo lloraba. "Lo sé", replica, y no puedo ahuyentarlo sino que le tiendo la mano. Ven a mí, te lo ruego, pues somos lo mismo; pedazos que en solitario no son más que la constatación de nuestra disparidad y lo inútil. Inútiles los unos sin los otros. Un puzle macabro. Me pregunta si le perdono y le respondo que sí. "Aún lloras..." "¿Y tú?"

Yo sobre mis mejillas, él sobre mi espalda. "Abrázame", pide entre sollozos. Me fundo con el ser de sombra y al separarnos comprendo que soy yo quien sangra. "¡Estoy sangrando! ¡Me fundo en escarlata!" He creído que se mofaba pero es deseperación lo que transmiten sus gestos hacia mi consciencia. De repente se calma y murmura: "Yo también". No debemos temer, siento al descomponerme.

Entonces veo el temor diluirse en un vapor blanco, blanco, no gris; el frío se hace calidez y la polución que nos consumía se torna pureza y frescor. De esa guerra he salido yo, siendo muchos, siendo uno. "¿He esquivado al destino o el destino quería que lo soslayase? Nunca lo sabré, mas un tesoro he encontrado en las ruinas". No confíes tus secretos al tiempo venidero ni charles demasiado con tus fantasmas, estandartes del pasado, seres de tiempo convertido en ceniza; si lo haces, prepárate para la batalla.

9/17/2007

Si ha de llover que sea tormenta, pensó mientras se asomaba a la ventana. La lluvia de tormenta le gustaba más. Era menos constante pero más pasional y golpeaba con más fuerza. Tenía la impresión de que limpiaba con más ímpetu la suciedad. Y que el olor a tierra mojada era más intenso y ese era un dato determinante. El olor a tierra mojada le limpiaba el alma. Eso es lo que pensaba.

Los primeros truenos llenaron sus oídos de esperanza. Bajó a la calle tan rápido como pudo y se puso a buscar un lugar agradable en el que tumbarse de panza al cielo. Si todo iba bien se empaparía pero no le importaba. Quería ser uno con la tormenta y que el agua de ésta lo limpiara por fuera y por dentro.

Las primeras gotas resbalaron de las nubes y acariciaron su rostro. Poco a poco cobraron fuerza las siguientes y el golpeteo empezó a ser constante. Rió de buena gana, alborotó con ilusión y sonreía de pleno regocijo. La lluvia estaba cubriéndolo con un manto de humedad purificante. Todo estaba yendo bien, maravillosamente bien.

Inspiraba cada vez con más fuerza hasta que casi llegaba a marearse. Ese aroma que llega tan adentro de sí mismo lo transportaba a un país de recuerdos y memoria pendiente. La lluvia amainó poco a poco y la negrura de las nubes tormentosas se fue diluyendo en la lejanía. Cuando creyó que estaba lo suficientemente limpio subió a su casa.

Alguien le preguntó que por qué se había quedado tumbado en el suelo del parque durante la tormenta. No hizo caso y volvió a su casa, a la ventana donde había visto nacer a la tormenta. "Para no presentarme sucio ante ella".

Acto seguido saltó la barandilla y se precipitó al vacío desde el séptimo piso. Había que estar impecable para cruzar al otro lado del lago.

9/04/2007

Es un lugar de parada obligada para las almas en tránsito al cielo. Es un lugar de parada obligada a los cuerpos cuyo sitio aún está entre los mortales. Ubicado donde Aragón ve nacer a los Pirineos este pequeño asentamiento se levanta en el fondo del valle rodeado de montañas. Un verde oscuro que se traga todo el gris acumulado en tu carne y en tu mente; paredes de roca blanquecina que dan cobijo a carroñeros y rapaces de majestuoso vuelo.

Respetado por la carretera que lo bordea en sus calles bulle la actividad de la que, en unos meses, solo guardarán secretos las piedras de las paredes y los cantos de un río que sufrirá el castigo del mes de julio. Paredes que se ven, ya, azotadas por un viento de soledad que únicamente ansía escuchar, de nuevo, el griterío juvenil de cuantos nos juntamos ahí para compartir el privilegio de tener un lugar específico en el seno de sus recovecos.

Recovecos, esquinas y callejones que en mi mente se antojan laberintos de color e historia. No puedes caminar sobre su suelo sin escuchar las leyendas que acuden a tu mente desde las sombras que el sol o la luna proyectan dependiendo de a qué hora te entregues al paseo. Bellísima luna que juegas entre las nubes baña de plata los balcones de mi casa, de la fachada en ruinas que anhela la salvación de quien la comprenda.

¿Qué cuento me dedicas hoy, hada bajada del bosque esmeralda que parecerá negro y metal si a Selene se le escapan los litros de plata que en su resplandor guarda? Regálame esa bóveda de estrellas que tanto echaban de menos estos ojos emocionados de verte; dame la oportunidad de ver cruzar el cielo a las lágrimas de algún dios que sobrevuela los tejados de este pueblo.

Todo el año amándote en silencio que ahora, sin abrir la boca, expresaré sonriendo mientras inspiro el olor sagrado a espliego, romero y tierra mojada. En invierno nos vemos, de nuevo, esta mi tierra amada.