5/23/2007

Te despiertas atontado, has descansado bien aunque no lo sabes a ciencia cierta. El miedo ya se ha disipado, empezó a hacerlo cuando el sueño fue ganando terreno a tu consciencia. Ahora, con la luz del sol entrando en tu habitación, te parece ridículo haberlo tenido. El miedo, claro.

Abres la ventana y no ves nada con nitidez, aún estás adormilado. Una corriente continua y fresca resucita tus sentidos. Poco a poco te repones del coma del que acabas de salir y que ha durado unas diez horas. Sin embargo esa neblina impide ver con claridad... Tal vez haya tormenta por la tarde. Te sientes vacío. La corriente, esa brisa, te ayuda pero no es milagrosa.

Así que vas a lavarte al baño, te estiras en el camino para ver que todos tus músculos responden y probar a ver si así, de paso, ese dolor que atenaza tu lado derecho del pecho se alivia con la actividad muscular. Suspiras, te agachas en la pila del lavabo y te limpias la cara a la par que te refrescas.

Entonces te miras en el espejo y sabes por qué estás vacío. Añoras unas manos ajenas, y desconocidas, que te acaricien mientras sus brazos te rodean y ese cuerpo amado se acerca más y más a ti. Necesitas ser abrazado. Y al darte cuenta de ello, sonríes y te miras a los ojos desde el otro lado del cristal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

(: a ver si hablamos, de lo de ayer me perdí un poco cuando lo leí esta mañana... xD

Besikos!